Cuentan que durante una guerra, un fraile que caminaba por una zona en conflicto se vio de repente interpelado por un centinela: ¡Alto! ¿Quién eres? ¿Dónde vas?
El fraile se detuvo y miró al soldado, un joven recién incorporado al ejército y le preguntó: “¿cuánto te pagan al mes?” El soldado le contestó y el fraile le dijo: “Te doy otro tanto, si cada vez que paso por aquí me haces esas preguntas”.
Aunque por las connotaciones del término “Emprendedor” podría parecer una contradicción, una de las características habituales en los pequeños empresarios es justo que no saben dónde van. No tienen objetivos empresariales claros, definidos y por escrito.
No han pensado que tener un objetivo es una de las principales herramientas en su arsenal. Y no tenerlos es abrir puertas a la distracción, la falta de foco y, principalmente, la falta de resultados.
Y así, la actividad diaria, con la fuerza que le otorga su realidad e inmediatez, acaba imponiéndose.
Acaba imponiéndose sobre todo por que si no tengo un objetivo claro, no tengo ningún motivo concreto (empresarial) para no hacer lo siguiente que se me presenta.
Y el día y la vida, están llenos de cosas que se presentan vestidas de “urgente”. ¿Por qué no iba a hacerlas?
En cualquier actividad nos parecería inconcebible que alguien se pusiese en marcha sin saber dónde va. Imaginemos un capitán de barco que fija el rumbo, gira a babor o estribor, etc. sin saber el destino final. O un montañero que, brújula en mano y mapa en ristre, sale sin conocer el destino de su viaje. O un cocinero que saca ingredientes y comienza a cocinar, sin saber cual es el estado final de la receta. Puede ser divertido para pasar el rato, pero no como actividad profesional.
Y sin embargo, la mayoría de los empresarios no tienen una idea concreta y transmisible de sus objetivos. Quizá en algún momento la tuvieron, pero la han olvidado. Fue una especie de resolución de Año Nuevo: en pocos días quedó apartada por las “necesidades” diarias y el día a día.
Por supuesto, la sensación de falta de control, de soledad, de desanimo que caracterizan a nuestros emprendedores es, sin duda, debida en gran parte a que están llevados de un lado a otro por los acontecimientos, por las urgencias, por el siguiente incendio.
Lo que salió del puerto como orgullosa y esperanzada nave en su viaje inaugural, acaba en poco tiempo en expuesto bote que hace lo posible por que las olas, los vientos, las corrientes, no acaben con él… pero habitualmente no aspira a más. Con mantenerse a flote, el capitán está satisfecho. Ha olvidado que cuando inició el viaje se dirigía a algún sitio.
La anécdota de Pablo de Tarso cayendo del caballo y viendo la luz puede, si abstraemos su carga religiosa específica, servirnos de metáfora de lo que supone pararse y preguntarse ¿Dónde voy? O, si tienes la suerte de trabajar en persona con un coach, seguro que te lo pregunta, o ha preguntado: ¿Dónde vas? ¿Dónde quieres llegar?
Un objetivo parecería lo más importante para poder saber hacia dónde vamos y medir si nos estamos acercando o no. Y sin embargo, la mayoría de los empresarios no tienen idea de sus objetivos. Quizá en algún momento la tuvieron, pero la han olvidado. Fue una especie de resolución de Año Nuevo: en pocos días quedó apartada por las “necesidades” diarias y el día a día.
Por supuesto, la sensación de falta de control, de soledad, de desánimo que caracteriza la vida y el desempeño de los pequeños emprendedores es, sin duda, debida en gran parte a que están llevados de un lado a otro por los acontecimientos, por las urgencias, por el siguiente incendio.
¿Por qué objetivos empresariales?
Sin objetivo, no puedes medir si avanzas o retrocedes, o das vueltas en círculo. Y, por consiguiente, no puedes corregir lo que puedas estar haciendo mal, o mejorando lo que ya haces bien.
Sin metas, no puedes hacer un plan de ruta y ponerte objetivos intermedios para ir consiguiendo acercarte.
Imagina que caminas por la nieve en una ventisca o por niebla. No ves nada más que gris. Si te has preparado, puedes haber marcado el camino con estacas a distancias razonables y podrás ir avanzando de estaca en estaca, a pesar de la situación adversa. Si tienes que parar, siempre puedes reanudar tu camino, hacia la siguiente estaca, sabiendo que estás en el buen camino.
Estas estacas corresponderían a los planes o pasos intermedios que puedes desarrollar una vez que sabes dónde vas, qué quieres conseguir y cómo sabrás que has llegado. Pero para poner las estacas en el lugar adecuado de manera que te lleven al objetivo, tienes que saber dónde vas. Con exactitud.
Una cita…
No hay buen viento, para el que no sabe hacia dónde navega. (Séneca)
¿Por qué los pequeños empresarios no suelen tener objetivos empresariales claros?
No lo sé, y no sé si es importante saberlo.
Quizá sea por que la mayor parte de los empresarios eran profesionales anteriormente y los profesionales tienen sus objetivos imbricados en el propio desarrollo de su profesión, en hacer bien lo que hacen. Es una actividad que se justifica a sí misma.
Profesionales o no, si trabajaban por cuenta ajena anteriormente, puede que nunca se hayan parado a pensar que en la empresa había gente que hacía otras cosas, y para que todo fuese en una dirección, tenía que haber alguien con la idea de llegar a algún sitio.
Y si lo vieron, quizá no les cayó la moneda de que eso es lo que hace que la empresa funcione.
Este es el famoso fallo de pensar que porque entiendo el producto (o servicio) que ofrece la empresa, entiendo como funciona la empresa que hace el producto.
También puede ser por que en general estamos acostumbrados a que la responsabilidad de decidir la haya tomado otro.
Quizá por que aún no he hecho el cambio mental que requiere convertirse en emprendedor…
No hay que desdeñar el impacto que tiene a nuestro alrededor funcionar con un objetivo concreto. Pero sobre todo, el efecto que tiene sobre uno mismo. De repente verás todo de otra manera. Otearás el horizonte para ver qué tal vas, no sólo para admirar el paisaje, ni para quejarte de qué gris está el cielo. Estarás atento a los vientos para ver si te pueden acercar a tu objetivo o si has de arriar las velas durante un tiempo… pero para esto, has de tener un objetivo.
Por supuesto, no cualquier sueño es un objetivo, pero para empezar puede servir. Lo importante es concretarlo. En una etapa posterior podemos ver qué características ha de tener un objetivo con el que me puedo comprometer. Pero de momento recordemos que un objetivo funciona como un imán: atrae nuestra energía, nuestros pasos y conforma el camino hacia él.
Te invito a que te dediques a ti mismo 10 minutos, o 15 o incluso 20 si te atreves a tanto, y te preguntes esto.
¿Has dedicado unos minutos a poner por escrito tus objetivos empresariales? Si aún no lo has hecho, te invito a hacerlo. Si ya lo has hecho, habrás observado el cambio que supone. ¿Te parece que puedes compartirlo con otros?
Ayudarte a que finalmente te pongas con tus objetivos y los definas, y hacer un plan de trabajo razonable (es decir, que SÍ puedas hacer) es uno de los objetivos principales del coaching empresarial. Puedes pinchar en el enlace si quieres algo más de información sobre el coaching empresarial, cómo te puede ayudar a conseguir tus objetivos más rápidamente.
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