(Este post es de un email específico sobre el curso de Planificación Estratégica para Pequeños Negocios.)

Hola:

Tengo una amiga que está muy metida en temas de desarrollo personal y espiritual.

Durante muchos años tenía una especie de “cantinela” sobre por qué no avanzaba en su camino tanto como querría: “Es que con los niños y mi marido, es muy difícil. Me gustaría hacer este curso – o ir a este retiro” o lo que fuera, porque las cosas que quería hacer iban cambiando, “pero con mi vida es muy difícil.”

Al principio sonaba más o menos razonable, pero tras un rato, aquello empezó a sonarme a “disco rallado”.

Un día le dije. “Gema (por que así se llama, claro), no es posible que tu destino esté en el Himalaya – por ejemplo -, y Dios te haya hecho vivir en Madrid, en un sitio y en unas condiciones que te impiden llegar al lugar donde está tu destino. No es posible que tu crecimiento personal esté en dedicarte a la soledad, y el Universo te haya puesto responsabilidades con una familia.

Sería muy cruel, ¿no te parece?

Lo más fácil es que tu destino esté justo aquí.

Donde estás.

Y que hagas lo mejor que puedes lo que tienes delante.

Al final, se dio cuenta de que de tanto mirar fuera, de tanto mirar lejos, estaba perdiendo la oportunidad que tenía delante de sus narices.

Las oportunidades, como un tren, llegan a nuestra estación, se paran un rato, y luego se marchan.

A veces esperan un buen rato, como en el caso de Gema, hasta que nos damos cuenta.

Otras veces no esperan tanto.

De nosotros depende si nos montamos en el tren o no.

La idea de que “no es el momento” está peleada con el hecho de que me ha aparecido una oportunidad.

Si no fuese el momento, probablemente no se me hubiese aparecido la oportunidad.

Es decir, si estás aquí, leyendo esto, es muy probable que sí sea “el momento” (excepto claro si le diste al enlace por error, o tienes una tendencia compulsiva a ver todas las cosas que podrías hacer pero no vas a hacer).

La oportunidad – como el maestro – aparece cuando estamos preparados.

Otra cosa es que me atreva.

Otra cosa es que me “sienta” preparado. Pero preparado es más una cuestión de mentalidad.

En realidad, nunca estamos preparados – así, en un sentido absoluto.

Para lo que tenemos que estar preparados es para afrontar cara a cara que la vida nos va poniendo por delante.

Y elegir correctamente.

Elegir correctamente no es elegir lo correcto -esto nunca se sabe-, sino elegir siguiendo los procesos correctos.

Y esto implica elegir con la mirada puesta en los valores y los objetivos correctos.

Por ejemplo:

¿Le vendría bien a tu pequeño negocio que hicieses una planificación estratégica estructurada?

Si es que sí, ¿cómo de bien le vendría? ¿Sería una mejora ínfima, o sería una mejora importante?

¿Es algo que te puedes permitir? (No voy a utilizar la otra pregunta: ¿te puedes permitir NO hacerlo?)

Las cosas nos llegan cuando estamos preparados.

Otra cosa es que tengamos miedo.

Otra cosa es que pongamos excusas, de que no nos viene bien, de que no estamos preparados, de que no es el momento, de que no es así como me lo imaginaba…

Pero tú sabes que son excusas.

Si quieres dar el paso, dejarte de excusas y hacerte las preguntas correctas, aquí tienes un enlace a la página donde explico cómo es el curso de planificación estratégica simplificada para pequeños negocios, cuánto dura, cuánto cuesta, etc. y para que te puedas matricular.

Nos vemos al otro lado…