La batalla que más tengo que luchar con mis clientes es la de que dejen de identificarse tanto con su servicio o producto y comiencen a identificarse más con lo bien o mal que dirigen su empresa.
Esto no es fácil, pues tenemos muchísima implicación en nuestra autopercepción como profesionales, así que me veo obligado a dar muchas vueltas para ayudarles a hacer el cambio. En toda esta búsqueda de maneras de que lo entiendan, un día descubrí un factor que está por debajo de muchas de estas dificultades.
Lo descubrí de casualidad, simplemente en una conversación con una clienta en la que algo no me acababa de cuadrar. La conversación era sobre los pagos que hacía a un proveedor y que, por un desfase, se había quedado sin fondos para pagar el colegio de su hija. Para la persona se trataba de un problema financiero que ya duraba mucho (llevábamos algún tiempo intentando avanzar en aclarar sus datos financieros pero parecía que había un bloqueo interno importante y no lográbamos clarificar la situación), pero para mí había algo que no cuadraba: ¿Cómo es que lo que pagues a un proveedor o te pague un cliente conecta directamente con el pago del colegio de tu hija?
Así que le pregunté, casi con miedo a la respuesta: “Cristina, ¿tú tienes cuentas diferentes para tus cosas particulares y para tu actividad de trabajo, verdad?” Me miró fijamente como si no supiese de qué hablaba y luego dijo: “…es que yo facturo como autónomo”. “Ya, pero facturas en una cuenta diferente ¿verdad?” le contesté, aunque me temía la respuesta “…es que, me dijo, no tengo empresa”, como si no la hubiese entendido la primera vez. Ya…
Pues eso: no hay manera de que consideres tu empresa o actividad profesional realmente una entidad aparte de ti, mientras vuestras cuentas bancarias sean la misma. Es tan importante que es una de las tres cosas que recomiendo “si quieres asfixiar tu empresa en tres simples pasos”.
Tanto si estás comenzando, como si ya llevas tiempo con tu empresa (y cuando digo “empresa” me da igual si facturas como autónomo o si eres la única persona empleada en tu actividad), es de extremada importancia que separes tus cuentas personales, tus necesidades de efectivo, de las de tu actividad profesional. Esto no tiene nada que ver con lo que hagas a la hora de presentar tus impuestos, sino con que adquieras una idea clara y definida de dos cosas muy importantes: por un lado, cómo va tu negocio o actividad – independientemente de cuánto dinero necesites tú para llegar a fin de mes; por otro, cuánto dinero necesitas, realmente, para vivir.
La segunda es también muy importante, y te puede ayudar a ver dónde estás dejando que tus recursos se despilfarren, o qué cosas podrías eliminar o añadir. Pero no es el tema de hoy.
En lo que me gustaría profundizar hoy es en el concepto de que si no me separo de mi empresa, es casi imposible que vea por dónde tengo que ir. Tendré la mirada ofuscada. Y separarme de mi empresa, entenderla como algo aparte de mí, implica que me tengo que separar en cosas concretas. No sólo es “una manera de hablar”. Si no me separo en cosas concretas, estaré enviándome señales contradictorias que me dificultarán ver por dónde necesito avanzar.
Una de ellas, la primera y principal, es separar mis finanzas personales de las finanzas de mi actividad profesional/empresarial. Esto puede ser tan sencillo como abrir una nueva cuenta en el banco, a mi nombre, que utilizaré para todo lo que tenga que ver con mi actividad profesional.
El siguiente paso que puedes dar es hacerte un presupuesto personal (o familiar) que refleje tus necesidades de efectivo. Puedes, cuando tu empresa se lo pueda permitir, asignarte este sueldo en tu actividad, pero es importante que lo hagas de manera “formal”. Que establezcas una relación formal entre tu actividad empresarial y tu vida personal, de manera que el éxito de la primera no dependa de qué gastos personales tienes. Y que el sueldo que recibes sea uno estipulado (que si hace falta puedes cambiar después), y no que vayas cogiendo lo que vayas necesitando.
Créeme, esto es algo muy, muy importante y que por algún motivo cae en saco roto. Como si el “entenderlo” ya fuese suficiente. O tienes cuentas separadas o no las tienes. Y si no las tienes, estás poniendo un freno a cómo ves tu empresa y cuánto puede crecer.
Ahora, ¡deja este texto y corre a abrir una cuenta en el banco!