Si tienes la técnica, tienes la ventaja

Un día, cuando estaba a punto de echarme al agua en la piscina del Canoe, donde iba a hacer largos y entrenar un poco, se me acercó un hombre algo más mayor que yo – entonces de unos 45 años o por ahí (yo competía en la clase veteranos), para preguntarme por qué calles eran de nado libre.

Parecía que no era un novato, por cómo hablaba, pero viendo la barriga que le caía por delante del pequeño bañador y la pinta que tenía de estar totalmente fuera de forma, estuve a punto de decirle que quizá mejor en la otra piscina más corta, de 25 metros, le iría mejor.

Pero no le dije eso. Le comenté qué calles eran las rápidas y cuáles las lentas, y me tiré al agua.

Tras hacer un largo de ida y vuelta, estaba pensando en que pronto tendría que adelantar al de la barriga (porque imaginaba que se habría tirado al agua detrás de mí y estaría a punto de pillarlo) cuando veo que me está adelantando él a mí.

El de la barriga.

Daba brazadas mucho más lentas que las mías, pero me dejaba atrás como si llevase un turbo.

A la segunda vuelta que me adelantó, el que se cambió de calle fui yo.

Después, cuando estábamos ya fuera del agua, se me acercó diciendo: “Nada que hoy no logro coger ritmo. A ver si empiezo a ponerme en forma”.

Pues vale.

Ya he contado en ocasiones mi experiencia con aprender a nadar de otra manera. A nadar de manera más “profesional”.

Y cómo es una cosa totalmente distinta.

Pero totalmente.

Y, por si yo no me acordaba del cambio, el de la barriga me lo recordó.

Cuando tienes la técnica, o el enfoque “pillado”, siempre, siempre, vas a nadar mucho más rápidamente que cualquiera que no lo tenga, por muy en forma y muy fuerte que esté.

Es un juego diferente.

Con reglas diferentes.

Algo similar pasa en el mundo de los negocios.

Las fases del empresario

Si tienes un negocio – sea el que sea – y no te sientes empresario o empresaria, probablemente eres como el nadador que en realidad no sabe nadar.

Que da mucha brazadas, salpica mucha agua, se pone fuerte de tanto esfuerzo.

Pero de avanzar nadando, lo justo.

Normalmente, cuando uno pone un negocio – o se pone por su cuenta – partiendo de una profesión, o algo que sabe hacer, suele pasar por 3 fases, como tantas otras cosas en la vida.

Las tres fases o estadios son, aproximadamente:

1 – Currante – En esta fase te dices a ti mismo: esto es lo que sé hacer (tu profesión: arquitecto, constructor, ingeniero, diseñador, etc.) y soy bueno. Así que cuando mejor sea en esta profesión, mejor me irá en el negocio (despacho, estudio, etc.).

Un corolario de esto es que todo lo que no sea “tu profesión” (cosas como el marketing, revisar finanzas, etc.) es un incordio y lo haces “cuando tienes tiempo”. Como si fuesen interrupciones a tu trabajo.

El resultado esperable en esta fase es altibajos en la facturación, altibajos en el trabajo, carga de trabajo excesiva en general, poco tiempo libre, apagar muchos fuegos.

Se asemeja a alguien que se ha tirado al agua y nada con todas sus fuerzas, pero su único objetivo es no ahogarse.

2 – Manager – Es la siguiente fase, te dices: “Es cierto que eso (tu profesión) es lo que sé hacer, pero para que me vaya algo mejor en mi negocio hay que lograr un cierto grado de mejora en todos los “demás” aspectos: marketing, ventas, y así… (como si estuviese aceptando – a regañadientes – que no vale con ser bueno en mi profesión).

Así que dedica mucho tiempo a gestionar. A implantar sistemas. A hacer algo de marketing.

El resultado esperable de esta fase es que los trabajos se hacen de manera algo más eficiente. Dependiendo de la persona, se pueden reducir algo las oscilaciones de facturación.

Se asemeja a un barco que navega con cierta facilidad, aunque no se sabe hacia dónde.

3 – Empresario – En esta tercera fase, llegas al momento de decirte: “lo que tengo es un negocio que puedo poner al servicio de mis clientes, de mi profesión, de la vida que quiero llevar.”

“Mi producto es EL NEGOCIO.”

Construyendo un negocio

Así que te dedicas a construir un negocio – con los parámetros de los negocios.

Entendiendo que necesitas unos objetivos concretos, una ruta y un plan para llegar allí.

El mejor resultado esperable de funcionar desde aquí es que estás construyendo un negocio que tiene valor en sí mismo.

Cada día añades valor AL negocio.

La principal diferencia conceptual es que en los dos primeros en realidad estás considerando tu negocio como si fuese un puesto de trabajo.

Si eres sincero, verás que es así.

Que consideras tu negocio como un sito al que tienes que ir a TRABAJAR. 

Cuando lo que necesita tu negocio de ti es que te des cuenta de que tienes que hacerlo crecer.

Lo que necesita tu negocio es que cada día te levantes pensando ¿Cómo voy a aumentar el valor de mi negocio hoy?

Y no, ¿cómo voy a ganar un sueldo hoy?

Es decir, que en el fondo has de pasar tu centro de atención de ti al negocio.

De lo que te apetece a lo que el negocio necesita.

Planificación estratégica para pequeños negocios

Dentro de poco voy a abrir un curso de planificación estratégica simplificada para pequeños negocios que sirve justo para que focalices toda tu atención en el negocio.

Si te apetece que te envíe información cuando se abra, completa el formulario, te iré enviado información más concreta y te avisaré en primer lugar cuando se abra la inscripción.

Eso sí, ten en cuenta, que ya nunca volverás a ver el mundo, ni tu negocio, ni ningún otro negocio con los mismos ojos. Habrás visto cómo es, realmente, por dentro.

Y, como el de la barriga, por muy desentrenado que puedas estar, cuando ya tienes la mentalidad de nivel 3, todo es diferente.

Entre otras cosas ya no hará falta trabajar tanto para sacar adelante tu negocio.