El curso de tu vida está determinado, en gran medida, por tu capacidad para fijar metas, planificar y dar los pasos necesarios. El mero hecho de sentarse a pensar ya pone en marcha tu creatividad, tu energía y tu capacidad mental.
Si lo piensas bien, esto de fijar metas, identificar los pasos para llegar a ellas y realizar las acciones necesarias, ya lo hacemos constantemente: cuando tengo que ir a recoger a los niños, por ejemplo, tengo un objetivo muy claro. Y con un límite temporal. Automáticamente lo divido en pasos, como cerrar la oficina a tal hora, ir a recoger el coche, pasar por la tintorería y, voilà, estoy en el colegio a la hora deseada. Esto es planificación básica. Y lo hacemos de manera casi intuitiva.
De igual manera podemos plantearnos objetivos en el trabajo y obrar en consecuencia. Lo que hemos de recordar es algo que dijo Alec Mackenzie: “Pasar a la acción sin pensar bien lo que he de hacer es una de las principales fuentes de problemas”.
Y planificar bien lo que voy a hacer antes de hacerlo no es más trabajo, sino al revés: se calcula que cada minuto que dedicamos a planificar puede ahorrarnos hasta 10 minutos en la ejecución de lo planificado. Si dedicas 10 minutos a planificar tu día, puedes encontrarte con que acabas antes de lo habitual, o que finalmente consigues hacer las cosas que tienes ante ti.
Una manera de concretar esto es utilizar listas de las cosas que quieres hacer. Por ejemplo, una lista de las cosas que has de hacer este año en tu trabajo o empresa. Luego, divide estas cosas y crea una lista al inicio de cada mes: ¿qué quieres haber finalizado este mes? Al inicio de cada semana, haz lo mismo: escribe las cosas que quieres hacer esta semana (extraídas de la lista del mes). Y cada día comienza dedicando un tiempo a planificar lo que harás ese día, y en qué orden.
Verás como al hacerlo, la sensación de estar dando vueltas y no avanzar comienza a diluirse y te encuentras que estás logrando alcanzar tus metas.
¡Y esto sí que sienta bien!