Esta es la respuesta a una pregunta que hago a mis clientes cada cierto tiempo: “Pero vamos a ver”, les digo, así de improviso, cuando veo que hablan de aspectos de su empresa en los que se centran mucho, “¿cuál es tu producto?”
Aunque parezca mentira, después incluso de mucho tiempo de trabajar juntos, la respuesta no les viene de manera inmediata. En algunos casos, saben que no es lo primero que les viene a al mente (las obras, los planos, el servicio… lo que sea que hace su empresa), pero no acaban de dar con ello… y esto después de haberlo hablado y planteado así varias veces. ¿Qué ocurre? Pues que, nos metemos en el día a día, la actividad nos puede, lo que tenemos delante nos engancha y tira de nosotros como tiran de un buey al que tienen enganchado por la nariz… y seguimos este impulso. Y acabamos por olvidar qué es lo que estamos intentando hacer. Lo que tenemos por delante parece lo único que cuenta.
Lo más importante que puede hacer un nuevo empresario, y muchos de los que no son tan nuevos, es entender (o recordar) que el producto que están creando es la empresa. La propia empresa. Algo que ha de tener entidad propia, vida propia, características propias y que, de alguna manera, necesita poder subsistir sin que el empresario tenga que estar. ¿Cómo saber si estás ahí? No nos ayuda a saberlo el tener una sensación de si va bien o mal, pues esto puede ser coyuntural. Tampoco, si el producto es bueno o regular; ni siquiera si la gente está contenta en el trabajo. La señal más clara de que has “hecho” la empresa, es que la puedas vender (sin irte tú con ella, se entiende). Es decir, es como un hijo o hija: necesita poder volar sin ti. Si puedes vender tu empresa y seguiría funcionando como hasta ahora, has logrado acabar de producir tu producto.
Las personas que no acaban de cambiar su mirada suelen ir de acá para allá, apagando fuegos y diciendo lo mal “que está la cosa”, lo poco que ayudan las circunstancias, y lo difícil que es sacar adelante una empresa estos días… Como si dijéramos, pasando la responsabilidad de su éxito a circunstancias externas. Cosa peculiar, cuando se trata de emprendedores, pues emprender implica iniciativa, autonomía y la actitud de resolver las situaciones.
Pregúntate a menudo ¿cuál es el producto que estás creando? Si la respuesta inmediata no es “mi empresa”, quizá se te haya desdibujado un poco tu objetivo.