Este mes, en el boletín de XLNS Coaching que envío mensualmente (si no lo recibes puedes apuntarte aquí), he insistido un poco — a veces me pongo bastante pesado — en lo importante que es seguir un sistema.
Seguir un sistema no es sólo elegirlo, sino seguirlo tal y como está concebido. Muy a menudo hacemos como que lo seguimos pero nos saltamos cosas aquí y allá — las que decimos que no nos convencen — que justo pueden ser aquellas sobre las que gira la eficacia del sistema.
Uno de los “problemas” de la gran cantidad de información que tenemos disponible actualmente es que resulta difícil elegir y seleccionar. Y esto es imprescindible si queremos poner en práctica algo concreto. No es fácil, pues estamos siempre ante la posibilidad de un nuevo seminario, un nuevo libro o un nuevo gurú (con un nuevo sistema que promete resultados). No es fácil decir que “no” a esto y centrarnos en algo durante el tiempo que puede tardar en ofrecer resultados.
Los resultados de los intentos de cambio (si son reales e importantes) no suelen venir de manera inmediata y suelen generar resistencias en uno mismo y en aquellos a los que afecta, así que esto multiplica la dificultad de resistirse al tirón del nuevo “lo que sea”.
Por ejemplo, hay un sistema de “gestión del tiempo” que practico y enseño a mis clientes. No es mío, es bastante conocido, pero es el que utilizo adaptándolo un poco a la idiosincrasia española. Casi todos los clientes, cuando empezamos a trabajar con él, se entusiasman: se ven algunos resultados casi inmediatamente. Pero el sistema sólo funciona si te comprometes a seguirlo. A empezar el día dedicándole los minutos que necesita para que todo funcione sobre ruedas. A seguir el proceso cuando una nueva posible tarea se aproxima a tu universo. A procesar las cosas cuando toca… y aquí casi todo el mundo (a pesar de haber visto que si lo haces los resultados son muy buenos) comienza a seleccionar: hace algunas cosas, pero no otras.
Esto, que podría no ser demasiado negativo si está basado en una decisión consciente, suele ser en realidad fruto de resistencias. Es decir, no se trata de haber decidido no hacer algo porque me parece que no hacerlo es más eficiente, por ejemplo, sino de no hacer las cosas que menos me apetecen. Y esto me aboca a volver a la rueda en la que me encuentro habitualmente: haciendo lo que siempre hago y evitando lo que suelo evitar.
Para volver al tema original: hay muchos sistemas que nos ayudan a hacer esto o aquello: vender mejor, desarrollar un discurso comercial, identificar los miedos de mis clientes, formular mi modelo de negocio, aclarar mis objetivos, reducir los errores de fabricación… pero sólo funcionan si me comprometo a seguirlos tal y como están diseñados, y no como más me apetezca a mí.
Como ya te invito a hacer en el boletín de noviembre, prueba a elegir alguno de los sistemas sobre los que has leído en el año pasado, en el área que quieras, y dedícale un tiempo razonable (nunca menos de 6 meses) para ver qué efectos reales tiene.
Si funciona, te llevarás algo que no tendrías de no haberlo hecho, y que probablemente sea novedoso para tu negocio. Si no funciona, habrás aprendido mucho, y sabrás qué tienes que hacer mejor la próxima vez.
Aunque sea difícil abstraerse de toda la información a la que tenemos acceso, a veces hay que hacerlo: en caso contrario, nunca podríamos hacer nada.