Vivimos con una fantasía.
Esta fantasía tiene, como las monedas, dos partes. La primera parte la podríamos describir más o menos así: a pesar de no cuidar lo que entra en mi mente, en realidad, tengo una mente tan preparada, fuerte, flexible, adaptable, capaz, como la de cualquiera.
Esto si lo miramos con detenimiento no tiene sentido.
Si alguien se preocupa de formarse, por ejemplo en filosofía, literatura, e historia, hace por leer ensayos, selecciona la música que escucha (y no la tiene de fondo para atontarse y entretenerse), aprende idiomas, viaja, lee sobre psicología y sociología, etc., sin duda tendrá una mente más preparada que la de quien no lo hace. ¿No te parece?
Y esto tendrá un efecto, si aplica lo que sabe, sobre cómo es su vida: cómo de libre, cómo de satisfactoria, cómo de creativa, cómo de frustrante.
Aparentemente, esto supondría más trabajo, más esfuerzo. Pero si te fijas, en realidad el esfuerzo no está en hacer estas cosas, sino en ejercer tu autoridad sobre ti y decidir en cada momento qué vas a hacer, sin dejarte llevar por la corriente. Una vez que te pones, hacer cualquiera de estas cosas no cuesta más que las otras cosas que haces, y te hace sentir mucho mejor… pero lo que cuesta es parar el flujo y decidir que voy a hacer algo diferente!!
La otra parte de la fantasía es que creemos que no se nota el “nivel personal” que tenemos lo siento, soy de esas personas que cree firmemente que hay niveles de inteligencia, de apertura y de desarrollo como persona – lo cual no supone ningún juicio sobre la bondad o no de cada persona, sólo una apreciación de su nivel de desarrollo). En cuanto abro la boca, alguien que sí tiene un cierto nivel, ya me ha visto y sabe exactamente en qué nivel (de comprensión, de profesionalidad, de apertura, de razonabilidad, etc.) me muevo.
No se puede disimular. La única manera que tengo de que “no se me note” es rodearme de personas similares a mí (la mejor receta para la mediocridad)… nos convenceremos de que somos “la bomba”.
Como digo, otra cosa es que seas una buena persona o no, pero eso no depende de nada de esto.
Pues eso: ¿estás preparando tu mente de alguna manera? Si no estudiando un idioma o leyendo ensayos, al menos ¿cuidas tu cerebro y tu mente pasando días enteros sin ver televisión, ni series?
En el caso de que creas que TÚ MERECES LA PENA, aquí tienes algunas posibilidades para abrir tu mente:
- Ve a ver exposiciones
- Lee libros de historia (no novelas, necesariamente)
- Lee ensayos sobre política
- Estudia un idioma
- Reduce las horas que ves televisión (incluso, deja de verla)
- Escribe un rato todos los días sobre lo que te pasa por la cabeza
- Lee o escucha a gente que tiene un punto de vista diferente del tuyo sobre algún tema que para ti es importante e intenta ver cómo tienen sus razones (esto no quita que tú tengas las tuyas)
- Escribe una autobiografía
- Hazte un plan de vida
Todas tienen la característica de que además de darte conocimientos, experiencias y claridad, te abren la mente y por lo tanto te desarrollan como persona.
Te atreves a ir contracorriente. Recuerda que TÚ MERECES LA PENA