No hay nada peor que hacer eficientemente algo
que no deberíamos de estar haciendo…

 

Quizá la mejor manera de explicar esto es que precisar que la eficiencia y la eficacia, aunque a menudo se utilizan indistintamente, no son lo mismo.

Puedes hacer algo de manera muy eficiente, pero no tiene por qué ser eficaz.

Podríamos definir estos dos términos de la siguiente manera: hacer algo con eficiencia es hacerlo con la mayor economía posible: de recursos, de tiempo, etc. La eficacia de una acción se mide en función de en qué medida logra el objetivo buscado.

Por ejemplo, imagínate que sales de viaje. Puedes conducir de manera perfecta, descansando en los momentos adecuados, con una velocidad óptima para llegar a tiempo, pero sin un consumo excesivo de carburante, manteniendo las distancias de seguridad… y finalmente, cuando llegas, ves que estabas tan distraído que has ido hacia a un destino que no era a donde tenías que ir.

Has sido muy eficiente, pero muy poco eficaz.

En las pequeñas y micro empresas ocurre muy a menudo que la persona que las dirige dedica mucho tiempo a hacer cosas que hace muy bien, muy eficientemente (normalmente ocuparse del producto o servicio), pero que no son las que tendría que estar haciendo (desarrollando su negocio, diseñando sistemas, generando ventas) y, por lo tanto, las que tendría que estar haciendo no se hacen, con el consiguiente resultado negativo para el negocio.

Es decir su actividad es eficiente (lo hace con un consumo de energía, tiempo, etc. excelente), pero poco eficaz: no logra avanzar el desarrollo de su negocio, que es su único objetivo como pequeño empresario o empresaria.