Retrospectiva, entrando al túnel
Hace un tiempo, supongo que cuando estaba deshaciéndome de cosas como hago de tanto en tanto (quizá no tan a menudo como debiera, pero ya me he arrepentido de haber tirado algunas cosas), me encontré, con una cassette (si no sabes lo que es una casette de música, ya ves la edad que nos separa :-)) que ponía “Grabación inicial guitarra”.
No sólo me encontré con el cassette, sino que ¡también tenía un reproductor de cassettes en casa!
En la época en la que empecé a tocar la guitarra flamenca, tuve un brillante idea (sí, una).
¿Qué idea? Grabarme mientras tocaba.
Tenía la impresión de que estaría bien tener un “registro” de cómo sonaba al empezar – si es que me mantenía con ello, claro.
La gente me decía que se me daba “bien”, pero cuando estaba a solas conmigo mismo e intentaba copiar a algún guitarrista, era completamente imposible.
El caso es que me olvidé de esta grabación y continué con la guitarra.
Años y años.
Al principio, con la guitarra y con casi todo, tengo la impresión (o al menos esa ha sido mi experiencia) de que las cosas son más o menos fáciles.
Fáciles no es la palabra, quizá.
Relativamente gratificantes. Se aprende bastante deprisa. Cada semana o dos semanas había algo nuevo que podía hacer…
Pero llega un momento en el que los avances son menores. Hasta que llegan a desaparecer… No sólo no tocaba mejor, sino que parecía que cada día tocaba peor.
Pero yo seguía con mis 4-5 horas diarias de escalas, arpegios, acordes, etc.
Y me aburría a mi mismo.
Y no sólo a mí mismo.
Durante una época que convivía con mi familia y mi abuela, la de las cataratas, debía de estar hasta las mismísimas de oírme practicar una y otra vez lo mismo, entró en el cuarto en el que yo estaba estudiando mis escalas y me dijo “Eso es tocar la guitarra (estaba sonando por la radio Manolo Sanlúcar) y no lo que tú haces.”
Y cerró la puerta y se fue.
Me quedé mirando al vacío.
Pero yo seguía con mis ejercicios.
Hasta que ya no sabía ni por qué lo hacía.
Con desgana, a veces.
Con aburrimiento.
Y un día “de repente”, resulta que me llegó un contrato para tocar con un grupo con el que había tocado hacia un par de años.
Cuando quedamos para ensayar, todos se quedaron boquiabiertos:
“¡Co–ones, cómo tocas ahora! Se ve que has estudiado mucho…”
Esto lo cuento porque el tiempo entre una cosa y otra no fue un tiempo de sentir cuánto avanzaba y cómo mejoraba.
Más bien al contrario, estaba algo “hastiado” ya de oírme, de oír mis errores.
Tenía un convencimiento de que esto no mejoraba.
Era como pasar por un túnel.
Un túnel oscuro.
“Aguantando”.
Con la esperanza (pero sin la seguridad) de que al otro lado del túnel habría un valle luminoso y florido.
O, por lo menos, algo menos oscuro.
Y, aunque no llegué a niveles estratosféricos, sí que logré ganarme la vida con la guitarra (cosa nada fácil) y tener un nivel que, 20 años después, me permite agarrar una guitarra en cualquier momento y tocar.
Y que suene.
Que son dos cosas distintas.
Cómo salir del Túnel
Algo similar me ha pasado en otras actividades en mi vida. Al inicio, las cosas van más o menos bien, se aprende deprisa. Pero pronto llega un punto en el que se convierte en simplemente una rutina.
En seguir caminando por un camino.
Para salir por el otro lado, hay que enamorarse del proceso, como dice James Clear.
En la esperanza de que al otro lado de tu esfuerzo está el siguiente paso en tu desarrollo.
Algo similar ocurrió cuando hice el cambio en mi pequeña empresa. Seguí un proceso, paso a paso, durante meses. En muchas ocasiones sin tener muy claro donde iba, ni si iba a tener resultados – más allá de quemarme aún más.
Mi relación con ello fue muy similar a lo de la guitarra. Simplemente, esta era mi tarea a diario y la hacía.
Confiando en que estas prácticas, estos ejercicios, estas actividades, aunque ya las hagas sin recordar por qué, tienen un componente interno que te transforma y te ayuda a transformar tu “artesanía” – sea la guitarra o ser emprendedor.
El sistema para salir del otro lado
Ahora, para poder mantenerte en esto, es esencial tener un sistema, un método, unos ejercicios, un plan.
Un plan de qué hacer y de cuándo y cuánto hacer.
Para que cuando ya no recuerdas ni por qué lo estás haciendo, o para que cuando haya muchas otras cosas que llamen tu atención o para que cuando no tengas ganas pero te digas “un día más”, sepas exactamente qué toca hacer.
Por si te interesa, para ayudarte a que hagas justo esto, voy a abrir el nuevo curso de Planificación Estratégica para pequeños negocios en breve.
Un sistema paso a paso para llevar tu negocio al siguiente nivel.
Para convertir tu despacho, tu estudio, tu negocio en una pequeña Gran Empresa.
Hacer la planificación formal de tu pequeño negocio no es “fácil”.
No te voy a engañar.
No hay alternativa: es un trabajo que hay que hacer. Es como tocar la guitarra, o montar a caballo, o aprender a dibujar o pintar… requiere método y perseverancia.
Es decir, saber qué hacer, y hacerlo.
Además, claro está, de querer hacerlo.
De querer tener como resultado un negocio que te coma menos la energía, que crezca a tu velocidad, que esté a tu servicio.
Si pones la perseverancia, el curso te pone el método.
Para que, aunque no sea fácil, no tenga que ser también complejo.
Pues sí, como decía al principio, años después me encontré la grabación que había hecho cuando comencé a tocar la guitarra.
La escuché con sentimientos encontrados… Cuánto tiempo había pasado… cuántas ilusiones…
Pero una cosa me impresionó particularmente: en el sonido casi balbuceante de alguien que acaba de empezar hacía pocos meses ya se oía algo: ya sonaba bien.
Ya sonaba a alguien que podía tocar… Cuando lo grabé, lo único que oía eran mis errores. cando la escuché muchos años después, con otro oído, otro conocimiento, lo que oía era alguien que tenía un sonido que “llegaba”.
No es un método para todos…
Si tú estás por tu cuenta y llevas más de un par de años ya, sin duda estás en la misma situación: tienes algo que el mercado quiere – no son sólo fantasías tuyas.
Pero este curso de planificación estratégica simplificada para pequeños negocios es sólo si quieres un negocio que funcione más como negocio, y menos como un puesto de trabajo más o menos autónomo.
Porque si no, realmente el esfuerzo no vale la pena.
La diferencia entre una cosa y otra – para tu calidad de vida es abismal-, aunque no lo veas.
Pero no hay, o al menos yo no la conozco, otra solución que pasar por el túnel.
Por la noche oscura del alma.
Por perseverar en el proceso que te saque del nivel en el que te mueves y te lleve al siguiente nivel.
Lo que es importante es recordar que si no das ese paso, no se va a dar solo, por sí mismo.
Si te interesa más información sobre este método de planificación estratégica simplificada para pequeños negocios, completa el formulario, te iré enviado información más concreta y te avisaré en primer lugar cuando se abra la inscripción.
Hay varios motivos para abordar un proceso de estos. En los siguiente artículos (y particularmente si te apuntas a la lista de espera enviado el formulario, te enviaré algunos correos más específicos), te iré contando algunos.
Uno de los motivos más potentes es que si no haces nada, cuando tengas 60 años estarás haciendo – con toda probabilidad y en el mejor de los casos – lo mismo que ahora. Solo que peleándote con gente más joven y que tendrán mucha más energía que tú.
No sé tú, pero no es dónde yo quisiera estar…