Compromiso
En las Colinas al noroeste de Kioto hay un monte llamado Hiei cubierto de tumbas sin identificar.
Estas tumbas son el lugar final de reposo de los monjes budistas Tendai que han fracasado en finalizar un reto conocido como Kaihogyo.
¿En qué consiste este reto que ha matado a tantos monjes?
Los Monjes Maratonianos
Los monjes Tendai creen que la iluminación puede alcanzarse en esta vida, pero solo a través del sacrificio extremo.
Para los Tendai, el máximo acto de sacrificio – y el camino a la iluminación – es un reto físico que conocido como el reto Kaihogyo. Por este reto a menudo se los llama los monjes maratonianos.
Pero el Kaihogyo es mucho más que un maratón…
El Kaihogyo
El Kaihogyo es un reto de 1.000 días que se desarrolla a lo largo de 7 años.
Si un monje decide emprender este reto, esto es lo que le espera:
- En el 1er año, el monje debe marchar 30 km por día, durante 100 días consecutivos.
- En el 2º año, debe marchar de nuevo 30 km por día, durante 100 días consecutivos.
- En el 3er año, debe marchar una vez más 30 km por día, durante 100 días consecutivos.
- En el 4º año, el monje debe marchar de nuevo 30 km por día, pero esta vez durante 200 días consecutivos.
- En el 5º año, debe marchar una vez más 30 km por día durante 200 días consecutivos. Tras completar estos 200 días de marcha, debe pasar 7 días y medio sin comer, beber ni descansar. Permanece sentado en el templo recitando un mantra. Tendrá a su lado a dos monjes que se cerciorarán de que no se quede dormido ni un solo instante.
- En el 6º año, el monje debe marchar ahora 60 km diarios durante 100 días consecutivos.
- En el 7º año, el monje tiene que marchar 84 km diarios durante 100 días consecutivos. A continuación debe marchar 30 km por día, durante otros 100 días consecutivos.
El número de kilómetros es inconcebible, claro, y, además, el monje ha de seguir aprendiendo meditación, caligrafía y ha de seguir haciendo labores en el templo. Pero hay un aspecto adicional que convierte el reto de Kaihogyo en algo diferente a cualquier otro:
Día 101
Durante los primeros 100 días de la prueba, el monje puede retirarse de ella.
Pero a partir de entonces, retirarse no es una posibilidad: si no logra finalizar toda la prueba, el monje debe suicidarse.
Por esto, los monjes llevan siempre una pequeña espada y una soga durante la prueba: si decide abandonar, el monje ha de ahorcase o suicidarse con la pequeña espada.
En los últimos más de 400 años solo 46 hombres han logrado finalizar la prueba – uno de ellos en dos ocasiones. Los demás se encuentran bajo las tumbas anónimas en las faldas del monte Hiei.
By Unknown – Japanese magazine “International Cultural Pictorial, July 1954 issue” published by Kokusai Bunka Joho Sha., Public Domain, Link |
3 Lecciones Acerca De La Fortaleza Mental Y El Compromiso
La fortaleza mental de estos monjes es increíble y sus logros difieren de cualquier reto que tú o yo podamos tener que afrontar. No obstante, ofrecen lecciones de las que podemos aprender.
1. “Completar o Matar”
Los monjes maratonianos son una versión extrema de la mentalidad “Completar o Matar”. Pero podemos adaptar este enfoque para nuestros proyectos, objetivos, etc. ¿Cómo?
Si algo es importante para ti, acábalo. Si no, mátalo.
Si eres como casi todos nosotros, probablemente tienes un montón de proyectos e ideas, a medio acabar, a medio completar. Tener tantos flecos sueltos no nos viene bien. Es una fuente de tensión y distracción. Y nos acostumbra a no acabar las cosas: si tengo una cosa importante sin acabar, será mucho más fácil que me oriente, me organice y la acabe. Si tengo 20 proyectos sin acabar, no sabré por dónde empezar. Acabaré yendo de acá para allá, hasta que esto se convierta en la manera habitual de funcionar.
Las cosas o son lo suficientemente importante como para acabarlas o es hora de deshacerte de ellas. Llena tu vida con objetivos que valgan la pena completar y elimina el resto.
2. Si no te comprometes con nada, te distraerá todo.
La mayor parte de nosotros no nos encontraremos nunca con un reto que implique realmente la posibilidad de morir, pero podemos aprender mucho del sentido de compromiso y convicción que manifiestan estos monjes. Tienen muy claro hacia dónde se dirigen y durante 7 años organizan su vida alrededor del objetivo de completar el Kaihogyo. Cualquier posible distracción pierde toda importancia.
¿Crees que los monjes se distraen o pierden el tiempo con TV, películas, internet, cotilleo sobre famosillos o cualquiera de las actividades en las que perdemos nuestro tiempo?
Seguro que no.
Si quieres, tú puedes tomar una decisión similar en tu vida. Por supuesto que tus objetivos diarios quizá no tengan el sentido de urgencia e importancia que tiene el reto del Kaihogyo, pero eso no quiere decir que no puedas abordarlos con la misma convicción.
Todos tenemos cosas que decimos que son importantes para nosotros (aprender algo, perder peso, mejorar en mi trabajo, desarrollar mi negocio…), ¿pero apartas tiempo para abordar y avanzar en estos objetivos por encima de cualquier otra consideración? ¿Organizas tu día alrededor de ello y de lo que tienes que hacer para completarlos y lograr tu objetivo?
Si no te comprometes con nada, verás que es muy fácil distraerse con todo.
3. No importa cuánto tardes en llegar a tu objetivo. Ponte en marcha ya.
El día 101, al monje Tendai que decide continuar le quedan por delante miles de kilómetros y 900 días de esfuerzo inconcebible. Comienzan un trayecto tan largo y tan arduo que es casi imposible para nosotros imaginarlo. Y, sin embargo, aceptan el reto en su totalidad. Día tras día, año tras año, avanzan…
Siete años después, acaban.
No permitas que la duración o la distancia a tus objetivos te impidan empezar a avanzar.
Como decía H. Jackson Brown: “Nunca abandones un sueño por el tiempo que tardarías en cumplirlo. El tiempo va a pasar igualmente.”
La diferencia entre tú y los Monjes Maratonianos
Hay una diferencia muy importante entre tú y los monjes Tendai: si no alcanzas tu objetivo, ¡no tendrás que suicidarte!
Tienes literalmente lo que Seth Godin llama “el privilegio de equivocarte”. Si fracasas, no has de morir. Simplemente habrás aprendido algo.
Además, siempre puedes cambiar de idea. Si te comprometes con un objetivo, te dedicas a él durante un año, y decides que en realidad no es lo que querías… puedes elegir moverte en otra dirección… sin necesidad de inmolarte.
Esto es algo que facilita las cosas. No hace falta que aciertes, desde el principio, con aquello con lo que te comprometes. Si no sabes cuál elegir entre varias posibilidades, simplemente elije una. Después de avanzar en esta dirección, puedes modificar tu elección posteriormente… una vez que hayas avanzado de manera comprometida. Si no avanzas con compromiso y continúas haciendo un poco de esto y un poco de aquello, no avanzarás en ninguna de las opciones y, lo que es peor, es muy probable que la situación no se aclare.
Tienes el privilegio de elegir libremente un objetivo importante para ti y el privilegio de fracasar, con muy pocas consecuencias (sobre todo comparado con las consecuencias que afrontan los monjes Tendai). No desperdicies este privilegio.
Y algo más…
En muchos casos no logramos salir adelante con nuestros objetivos precisamente por esta falta de compromiso. Nos decimos que no nos comprometemos porque no tenemos claro que sea esto lo que queremos, o no vemos claro que esto nos pueda ayudar.
Pero la realidad es justo lo contrario:
no vemos claramente lo que esto nos puede ayudar porque no nos comprometemos.
Esto es igual en la puesta en marcha de una pequeña empresa, o en el crecimiento de una relación íntima o en los caminos de desarrollo personal (los de verdad): hasta que no te comprometes y te entregas de verdad a un proyecto concreto, a una persona específica o a un camino de desarrollo o crecimiento personal, no vas a poder valorar lo que te puede dar. De hecho, se podría plantear al revés: el camino de desarrollo, la relación o el proyecto van esperar a ver cuánto te entregas, para darte en esa misma medida.
Por ejemplo, en una relación, el problema nunca son “los defectos” de la otra persona, ni tampoco el no “sentirse preparado”, sino la falta de compromiso con el otro tal y como se presenta ante mí. Si no me comprometo con ello, la relación no me puede dar las satisfacciones que puede llegar a darme.
En un camino de desarrollo personal o espiritual las prácticas nunca son el problema, sino que son, ellas mismas, el camino (y la solución a la falta de resultados).
De igual manera, en el proyecto de sacar adelante tu pequeña empresa, el problema no es todas esas cosas que “sabes que tienes que hacer, pero lo que pasa es que…”, sino tu actitud ante ellas y el posponerlas indefinidamente porque crees que debería ser de otra manera.
No conseguiremos que las personas, los caminos, los proyectos nos den todo lo que nos pueden dar, excepto en la medida que nos entregamos a ellos.
Sin compromiso, nunca obtendremos más que un sucedáneo de lo que podríamos conseguir.
Y Ahora Qué
La principal lección que los monjes Tendai nos pueden ofrecer a gente como tú y como yo es la lección del compromiso y la convicción.
Imagina el sentido de compromiso que siente el monje cuando llega el día 101 y solicita que se le permita continuar. Imagina lo que puede sentir uno cuando acepta los 900 días y miles de kilómetros que significan el reto. Imagínate cómo se siente uno cuando acepta un objetivo que es tan importante para uno que se dice a sí mismo: “O consigo acabar esto o dejo la vida en el intento”.
Si tienes algo que realmente es importante para ti, elimina todas las tareas no importantes y no relacionadas con este objetivo, empieza desde donde estés, sin que importe cómo de grande te parece el reto ahora mismo, y COMPROMÉTETE con tu objetivo.
Todos los grandes restos tienen un punto de inflexión. Hoy podría ser tu día 101.
Tu Día de Compromiso.
Adaptado de un post de James Clear (www.jamesclear.com)
By I, KENPEI, CC BY-SA 3.0, Link