¿No era el momento?

Londres 1998.

Domingo. 13 horas.

Sentado en una terraza con Jim Downton, responsable del departamento de documentación de una multinacional de telecomunicaciones.

Voy a confiarte uno de mis momentos menos memorables como dueño de un pequeño negocio.

Creo que lo entenderás…

Estábamos tomando un café.

Nuestra idea era tomar una cerveza, pero resulta que los domingos, entre las 12h y las 16h no se podía beber alcohol – o más bien -, no servían alcohol en bares y restaurantes.

No sé si es que las cervezas a esa hora los domingos sientan peor, pero así es. No hay que entenderlo todo.

Conocía a Jim Downton de cuando que yo trabajaba en la empresa de traducción antes de ponerme por mi cuenta.

Él era nuestro contacto en el cliente (la multinacional de telecomunicaciones).

El que adjudicaba contratos. 

Tiene un humor muy fino e irónico y pasábamos mucho rato intercambiando ocurrencias y en general disfrutando de charlar.

Siempre que lo había visto, me había caído muy bien, y cuando venía a visitarnos, me encargaba de llevarlo a dar una vuelta por Madrid.

Habíamos congeniado. Aunque era una relación de trabajo – y ninguno nos engañábamos al respecto – siempre es mejor trabajar con alguien que te cae bien.

Los dos viajábamos bastante – él mucho más – así que me parecía normal que coincidiésemos en cualquier sitio. Madrid, en Londres, en Boston, en Chicago…

Y, ahí estábamos, tomando un café un domingo a las 13h en Londres y me dice: “Desde que pusiste tu negocio por tu cuenta, estoy esperando que me digas que quieres que os mandemos trabajo.”

El presupuesto del departamento de Jim era de decenas de millones de dólares al año.

Mucho más de lo que yo podría esperar facturar en un futuro cercano.

Trabajar con él podría suponer poner mi empresa en el siguiente nivel.

Lo miré, sintiéndome importante y reflexivo y le dije: “Gracias, pero no es el momento. No quiero crecer demasiado deprisa”.

“Ah!”, me contestó. Con su tono un poco irónico, pero siempre educado.

Y nunca volvimos a hablar del tema.

 

El planteamiento mental inadecuado

En ese momento no me di cuenta, pero había cometido un error. 

Uno de esos errores que se cometen en un instante.

Lo que decides en instantes como ese, es como caminar por el filo de la navaja. 

O estás a un lado, o estás al otro.

No hay terreno en medio.

 Años después, me di cuenta del error.

Pero sólo después de haber estado a punto de hundirme.

Y de haber pasado por el infierno y por la noche oscura.

Y de haber hecho el proceso de planificación estratégica. 

Solo después me di cuenta.

Lo que Jim me había propuesto era una bicoca.

Pero como mi mente no estaba en su sitio, no lo vi.

Después sí.

Pero ya era tarde.

Años después, Jim decidió pre-jubilarse y abrió una consultora y esa puerta ya se había cerrado.

Por supuesto, nunca se sabe qué hubiera pasado de haber contestado de otra manera.

Pero lo importante no es tanto lo que dije, sino mi planteamiento mental cuando lo dije.

Mi enfoque. Mis creencias. Mis miedos.

 

Diagnóstico: “Empanada Mental”

Cuando tuvimos esa conversación (bueno, esa pregunta y respuesta) yo estaba todavía en la “empanada mental” de: “aún no es el momento.”

O no quiero crecer demasiado deprisa.

O no estoy preparado….

Es una empanada mental, pero cuando uno está en ella no se da cuenta. Yo pensaba que estaba siendo sensato…

Así que cuando me cuentan a veces esto mismo, cuando alguna persona con las que hablo me dice que “aún no es el momento de crecer” por ejemplo, lo entiendo.

Es decir LOS entiendo.

De verdad.

Pero es una empanada mental.

Si observas, curiosamente, todo esto que “No quiero crecer demasiado deprisa” o “No es el momento” o “no estoy preparado…”, y similares, son motivos o excusas que se fijan sólo en “mí”.

No en el negocio; no en lo que necesita el negocio; no en qué le viene bien al negocio.

Sólo se fijan en ellos mismos.

Y este es una de las características que podríamos decir que marca la diferencia entre los 3 niveles mentalidad de emprendedor (si no has leído ese artículo, lo tienes aquí).

Conforme vas avanzando por los niveles se convierte menos en algo que es “sobre ti” (lo que te apetece, lo que te gusta, lo que quieres ahora) y más sobre lo que necesita tu negocio.

Muy similar a tener hijos.

Las cosas que haces, las decisiones que tomas son más y más acerca de lo que necesitan ellos, no tanto lo que te apetece a ti.

Es el inicio de la madurez: hacer las cosas por el bien de otros, no principalmente por el de uno mismo.

Pues igual en el desarrollo de un negocio.

Una de las condiciones para sentir que estamos siendo sensatos cuando decimos “ahora no es el momento” es no tener un plan para tu negocio.

No tener objetivos específicos, medibles, etc. para ver dónde vamos y ver qué tal vamos.

Y lo digo porque yo también tenía esa manera de pensar.

 

Disipar la niebla mental

Si estás leyendo los artículos de esta serie ya te estarás haciendo la idea de que no tener un objetivo claro y por escrito de dónde vas, de cuánto quieres facturar el año que viene y el otro, de cómo vas a ir midiendo como vas durante el año, etc. es la única manera de aguantar la empanada mental.

Por que si tuvieses objetivos claros, la “empanada mental” te desaparecería inmediatamente.

El no tener objetivos y un plan es la única forma de llevar un negocio que no sabemos dónde va, ni si vamos bien o mal.

Podríamos decir que la única manera de estar conforme con llevar un barco sin saber hacia donde va, ni si va bien, ni cuánto te falta, es que el barco esté navegando en medio de la niebla.

Entonces es comprensible no saber estas cosas.

Pues bien, en el caso del negocio, la niebla la pone el propietario.

Es decir, tú.

Una niebla mental que se consigue manteniendo ideas difusas sobre lo que quiere de su negocio.

Una niebla que no se suele disipar por sí misma.

Así que acabas con un negocio en el que si te “llega” un cliente o dos buenos, el negocio va mejor. Si no “te llegan”, el negocio va peor.

Lo que parece que cuenta es el movimiento. No hacia dónde nos movemos.

Resumiendo:

El negocio no lo llevas tú. Te lleva el negocio a ti.

¿Qué puedes conseguir si disipas la niebla y te pones a dirigir tu negocio de manera intencionada en una dirección específica y con un objetivo concreto?

Piénsalo.

¿Qué podrías conseguir?

Es un buen sitio desde el que comenzar: Pensado qué quieres y hacer ingeniería inversa desde donde estás.

 

Planificación estratégica para pequeños negocios

Si te interesa hacer esto de manera estructurada y profesional – pero sobre todo HACERLO (y no sólo pensar que estaría bien), es probable que te interese apuntarte al curso de planificación estratégica simplificada para pequeños negocios que va a comenzar en breve. 

Completando el formulario puedes pre-inscribirte y estarás entre los primeros que avisaré cuando se abra.

Y si decides apuntarte tendrás un precio especial.

Pero sólo si quieres disipar la niebla y no verte diciendo cosas que años después te tirarás de los pelos por haber dicho (o no dicho).

 
 
 
 
 
 

El curso tomará una forma algo inusual: estoy buscando la fórmula para que sea a la vez “estructurado” y flexible. Para que haya un camino marcado claro – esto es esencial – y que a la vez lo puedas ajustar a tu momento.

Ya te iré diciendo cómo lo voy perfilando.