Por supuesto, lo que quería decir en el post anterior es que cuando echamos la culpa de nuestros problemas a esa palabra que empieza por “c”, normalmente no nos paramos a pensar que quizá pueda ser una bendición disfrazada. … o que lo sería si no fuera porque en realidad, nuestra empresa ya estaba mal antes.

¿Y por qué es una bendición disfrazada?  Porque en un momento como este,   si logramos mantenernos a flote, lo más seguro que sea porque mejoramos algo de nuestro funcionamiento y nuestra empresa saldrá de la situación como mejor empresa de lo que era cuando comenzaron las vacas flacas.

Piénsalo bien:  muchas empresas desaparecerán, van a quedar muchos clientes si antender,  tu empresa habrá estado en la mente de los clientes (porque sigues haciendo marketing, ¿verdad?) cuando los demás se hayan difuminado en la niebla, la percepción de empresa sólida y creíble, aumenta… en fin, que son casi todo ventajas!

Pero por supuesto, para esto tienes que mantenerte a flote. Y ¿cómo piensas hacerlo si en realidad no sabes qué es lo que traía a tus clientes a tu empresa antes? ¿No tienes la sensación de que has estado simplemente siguiendo un camino que no habías decidido?

Quizá estás aún a tiempo de reforzar la estructura de tu empresa, de dedicarte a hacer las cosas que de verdad necesita. A interpretarte, en definitiva, como empresario. Y el primer paso sería dejar de dedicar tiempo a quejarte de cosas que no puedes cambiar, como comentamos en el post anterior. Un siguiente paso es dedicarte exclusivamente a las cosas que, como empresario, sólo tú puedes hacer y que tu empresa necesita.

Una que se me ocurre inmediatamente es la siguiente: Objetivos. Objetivos claros, concisos, medibles y, sobre todo, por escrito. ¿Tienes objetivos claros para tu empresa, por ejemplo, para el volumen de ventas que vas a conseguir el año que viene? ¿O cualquier otra cosa que suponga un objetivo de crecimiento empresarial?

Si no los tienes, es muy probable que nunca llegues. Siguiendo la vena de Séneca, creo que fue el quien dijo: “ningún viento es favorable para quien no sabe hacia qué puerto se dirige.”

En cualquier caso, si te quejas de las circunstancias, lo único que queda claro para cualquiera que sepa un poco sobre esto, es que no sabes lo que estás haciendo. La única conmiseración que obtendrás de un verdadero empresario es por el pobre destino que te aguarda.

Ponte manos a la obra y fija los objetivos de tu empresa, cuanto antes. Todo el tiempo que tardes en hacerlo, es tiempo a la deriva, y probablemente acercándote a las rocas. ¿Hay algún momento mejor que ahora mismo? ¿Tienes algo más importante que hacer en tu vida profesional?