Ser jefe…

Para dirigir una empresa, un departamento o un equipo – que en realidad es dirigir personas -, es preciso colocarse en la perspectiva “personal” adecuada. Entender de qué va mi papel. De hecho, he de entender que es un papel que debo desempeñar.

Y casi nunca nos han preparado para esto. De hecho, aunque parezca irónico, el Principio de Peter es muy pertinente aquí: las personas ascienden hasta que llegan a su nivel de incompetencia… y ahí se quedan. En general nos ascienden por tener buena capacidad técnica en el puesto actual, sin tener en cuenta si tengo las características requeridas en el siguiente nivel (que conforme se ascienden los escalones corporativos suele incluir cada vez menos componentes técnicos y más componentes personales).

El no entender que debo desempeñar un nuevo papel supone no sólo que no resuelvo adecuadamente los problemas de mi empresa o mi equipo, sino que normalmente estoy creando más problemas (aunque no me de cuenta). De hecho, si no me coloco en el papel adecuado como jefe, probablemente el principal problema sea yo.

Como dueño de una pequeña empresa, o cómo director de un equipo o un departamento, necesitas aceptar que tu principal herramienta de trabajo es… tu comportamiento. No tus conocimientos técnicos.

Esto es algo con lo que muchas personas tienen dificultades, así que me gustaría repasar algunos aspectos concretos de en qué sentido cambia “la película” cuando te conviertes en el jefe o la jefa y también algunas ideas que quizá puedan ser de ayuda en el día a día.

Tu papel como jefe

La primera idea es que como jefe, tu papel, o tu trabajo, es que otros saquen adelante trabajos o proyectos que tú quieres que salgan adelante. Es decir, que son “tu” proyecto.

Esto quiere decir que para que la gente haga más de lo absolutamente imprescindible y haga su trabajo con ganas, necesitan sentir que también ganan de alguna manera. Que también es “su” proyecto en algún sentido. Está el dinero que ganan, por supuesto. Pero también y muy importante, todos necesitamos sentir que podemos ganar cosas como sensación de logro, de pertenencia a un equipo, sentirnos adecuadamente exigidos, estar haciendo un trabajo que se nos da suficientemente bien como para sentirnos orgullosos o satisfechos de cómo lo hacemos, que se nos trata con justicia y equidad, que se nos trata como adultos, que se valora nuestra opinión, expresada con respeto…

Cómo consigue cada uno proporcionar esto en su capacidad de jefe depende de varias cosas. Dos aspectos muy importantes son el carácter o personalidad del  jefe, y su formación o conocimientos de sí mismo y de las personas en general.

Seguro que estarás de acuerdo, si recuerdas tus experiencias anteriores, que las personas a las que has querido seguir, con las que has querido cumplir, a las que has querido satisfacer durante tu vida (profesores, jefes u otras personas de autoridad para ti) lo eran sobre todo por su manera, por su comportamiento.

Aquí podemos diferenciar entre gestionar y liderar, pero para esta conversación, no necesitamos enfatizar demasiado la diferencia de momento.

¿Qué quiere decir esto en el día a día?

Que cada cosa que dices, cómo lo dices, a quién y cuándo lo dices, es un mensaje que le llega a la gente que trabaja para ti. Que lo que dices y lo que no dices, cómo te vistes, cuánto trabajas, cómo hablas con los empleados, con los clientes, etc., todo esto es un mensaje que le llega e impacta a la gente que trabaja para ti.

Estos mensajes les dicen mucho más – y son mucho más creíbles – que cualquier charla motivacional o sobre la misión y la visión de la empresa que puedas dar.

Por eso, podríamos resumir este primer aspecto sobre ser jefe en la siguiente frase:

“Cuando te conviertes en jefe, has perdido el derecho de comportarte de cualquier manera. De decir y hacer lo que te apetece”.

¿¿¡¡¡EH!!!!?? Esto parece lo contrario de lo que uno puede pensar: “Si soy el jefe puedo hacer lo que quiera…”

Sí, puedes hacer lo que quieras, pero no harás impunemente. Tiene consecuencias.

TODO LO QUE HACES – COMO JEFE – TIENE EFECTO SOBRE LAS PERSONAS QUE TRABAJAN PARA TI.

Como prueba, te invito a que reflexiones ahora sobre tu equipo, sobre la gente que trabaja para ti, y observes si no tienen un comportamiento que está perfectamente ajustado a cómo te comportas tú. Tanto en lo bueno, como en lo menos bueno.

Así que, de lo que se trata es de que las cosas hagas y lo que digas tengan el efecto que deseas. Recuerda: tu principal herramienta de trabajo cuando se trata de dirigir a otros es tu comportamiento (incluido lo que dices).

Para que te hagas una idea de lo que quiere decir esto:

  • Si llegas al trabajo de mal humor, no se debería de notar. Ni en cómo hablas, ni en cómo tratas a los demás, ni en lo que haces.
  • Si has tenido una mala noche, no se debería de notar.
  • Si tienes preferencias personales por un empleado sobre otro, no se debería de notar. Otra cosa es que una persona haga su trabajo mejor que otra, esto sí debería notarse en tu comportamiento.
  • Si tienes necesidades emocionales de que te escuchen, no te entregas a ellas en el trabajo obligando a la gente a que aguante tus historietas. Cuéntaselo a tus amigos, o a tu pareja, o a tu coach, o a tu terapeuta.
  • Si alguien no está a la altura de su puesto de trabajo, se lo comunicas en cuanto lo ves, y, excepto que sea un error puntual que no se ha producido anteriormente, acordáis un plan de mejora. Si no logra hacerse con el puesto, lo ubicas en un puesto diferente que la empresa necesite y que la persona pueda desempeñar adecuadamente. Si esto no es posible, lo despides inmediatamente.
  • Tratas en general a las personas como adultas: si hacen bien su trabajo, los felicitas. Si lo hacen mal, se lo dices – de la manera más neutra y no acusatoria posible y, sobre todo, sin regañar -, identificas si es un error puntual, o si no sabe cuál es su trabajo y si tiene la capacidad de hacerlo y tomáis las decisiones necesarias para subsanarlo. Si logra mejorar y hacerse con el puesto de trabajo, lo felicitas por su esfuerzo y su logro. Si no logra hacerse con él, no debería seguir ahí.

Ser jefe implica que tienes pocas cosas que hacer. Bueno, más que “pocas” digamos que se pueden resumir en pocas cosas: resolver problemas, tomar decisiones y planificar el futuro. Pero, claro, estas son cosas que nadie más que tú, como jefe o directivo, puede hacer.

Si no resuelves los problemas (porque estás demasiado liado en las cosas que no toca), si no tomas las decisiones necesarias (porque te cuesta o son desagradables) y no planificas el futuro (porque estás demasiado ocupado apagando fuegos o creando tensiones innecesarias o resolviendo problemas que deberían resolver otros, o porque no sabes cómo), entonces no estás haciendo tu trabajo.

Hacer estas cosas supone ponerte en tu sitio. Para ello, puede que necesites redefinir para ti mismo qué significa ser jefe, sea como pequeño empresario o como director de un equipo o de un departamento. Y hacer lo que toca. Si lo haces, es decir, si te ocupas de ti mismo y de lo que necesitas aprender a hacer, verás como, casi por arte de magia, muchos de los problemas “irresolubles” que ahora tienes, comienzan a desaparecer…

Porque el problema eras tú… o más bien lo que hacías.

Pruébalo y me dices cómo te va. Y si necesitas ayuda con esto, escríbeme o solicita aquí una sesión gratuita sin compromiso. A veces una charla es todo lo que se necesita.