…“sin carácter”, “blanducho”, “blandengue”, “pusilánime”… son algunas de las traducciones que ofrecen los diccionarios de la palabra spineless.

Spineless se utiliza en inglés para referirse a alguien que no tiene “consistencia” moral, o de carácter. Pero, literalmente, “spineless” se refiere a que “carece de columna vertebral”. Es decir, no tiene una estructura en la que sustentarse. Y sin estructura en la que sustentarte no puedes hacer frente al mundo y por eso tu comportamiento es errático, inconsistente, y con poca fuerza.

Podemos utilizar la analogía de la “columna vertebral” aplicada a nuestras rutinas diarias, y obtendremos una buena imagen de cómo son nuestros días – y cómo acaba siendo nuestra vida y lo que conseguimos en ella. Qué hacemos a diario y cómo organizamos nuestro día es lo que acaba definiendo dónde llegamos y qué vida (y qué tipo de empresa, por ejemplo) tendremos en el futuro. Si no tenemos un pilar – una columna vertebral – alrededor de la cuál se vertebran nuestras acciones, lo más fácil es que acabemos yendo de acá para allá, llevados por los vientos del momento: las aparentes urgencias, los problemas de otros, lo que llama nuestra atención en cada momento…,

Y recuerda: esto nunca va a parar. Nunca llegará un tiempo en el que la vida no tenga miles de cosas que ofrecernos para hacer. Si quiero dejar de estar siendo llevado de acá para allá, en algún momento tengo que “oponerme”. Digo que la vida nos lleva de acá para allá, pero esto en realidad se plasma – y aquí está el “quid” de la cuestión – en que lo que me lleva de acá para allá son mis apetencias y preferencias en cada momento. Lo que elijo hacer entre todas las opciones disponibles. (A veces parecemos olvidarnos de que cuando optamos por hacer algo que nos aparta del camino que nos habíamos propuesto: comer lo que no íbamos a comer; revisar el correo electrónico por vigésimo quinta vez esta mañana, una de las opciones disponibles era SÍ hacer lo que nos habíamos propuesto: elegir un plato más sano o hacer llamadas en busca de nuevos clientes). Y, por lo tanto, interrumpir el flujo de la vida sólo se puede hacer interrumpiendo mis comportamientos y lo que finalmente elijo hacer. Lo que “hago normalmente en estas situaciones”… y esto es mucho más fácil hacerlo a través de rutinas.

En el trabajo con mis clientes, pasamos de la situación de: “no saben” qué pasa, ni qué hacer (para resolver la situación por la que estamos trabajando juntos), a “ya sé lo que tengo que hacer, pero no logro hacerlo”. Y habitualmente es porque al inicio no deciden estructurar su día a día alrededor de pequeños cambios, o pequeños hábitos que puedan, a la larga convertirse en el motor del cambio. Buscamos ponernos de golpe – por así decirlo – y que así el problema desaparezca. Pero si no incorporo una manera diferente de organizar mi día, el resultado que obtenga será, inevitablemente, el mismo. No se trata sólo de lo que sé, sino de lo que hago. Por supuesto, lo que hago puede depender de lo que sé (aunque no siempre: todo el mundo sabe que fumar es malo…), pero lo que finalmente decide lo que consigo, hasta dónde llego, son las cosas que hago.

Así, no se trata de hacer grandes cambios todos de golpe. Más bien, se trata de ir añadiendo comportamientos que, a la larga, me llevarán donde quiero ir. Como ir dando pasos en la dirección adecuada. De todos es conocida la respuesta de Warren Buffet a la pregunta de cómo convertirse en un inversor tan bueno como él: sacó un fajo de listados de resultados empresariales de su bolsillo y dijo: “lee 50 páginas como estas todos los días”. No sé si la anécdota es verídica, pero lo que enseña es muy real.

Nos convertimos en lo que hacemos de manera habitual.

Nos convertimos en lo que hacemos de manera habitual. Tener una rutina diaria que incluya hábitos que quiero mantener (de lectura, de ejercicio, escribir, reflexionar, o cocinar, o lo que sea…) es la llave para conseguir que mi futuro sea lo más parecido posible a lo que yo quisiera. Si no convierto mis conductas en hábitos, sino que hago las cosas de manera esporádica, lo que conseguiré es quemarme por lo cíclico de los resultados: a veces bien, a veces mal y vuelta a empezar.

Es lo mismo que se trate de hacer ejercicio, aprender un idioma, escribir un artículo o libro, leer más, aprender a vender, hacer un plan estratégico, o mejorar mi alimentación… hacer una cantidad razonable, pero continuada, es lo que me lleva finalmente al éxito.

Piensa en tus rutinas diarias como la “columna vertebral” sobre la que puedes construir tu futuro.

Y recuerda que esto funciona en ambos sentidos. Si lo que estructura tu día a día está pensado para acercarte al futuro que buscas, finalmente llegarás. Si tu día es un ir y venir sin sentido específico, sólo orientado a apagar fuegos y salir del paso… Finalmente, esto es lo que conseguirás.