Ha terminado un año y acaba de comenzar otro. Aunque podríamos hacer este ejercicio en cualquier momento, estas fechas son particularmente adecuadas, pues es cuando por motivos fiscales y contables hay que hacer “cierre”. No está de más hacer también una valoración objetiva de lo conseguido.

En concreto es importante reflexionar sobre dos aspectos empresariales: qué hemos conseguido como empresa y como empresario. Lo primero, podríamos decir, es constatar de manera objetiva algunos datos: facturación, costes y márgenes son algunos de los que nos vienen a la mente de manera inmediata. Y dependiendo de dónde estemos en el desarrollo de nuestra empresa, pueden ser los principales, sin duda.

Hay otros como número de clientes, facturación por cliente, o porcentaje que representa cada cliente de la facturación total, entre otros, que normalmente hemos de mirar también, porque pueden indicar situaciones peligrosas que hemos de resolver cuanto antes, u oportunidades que no hemos visto.

Lo que es muy importante, y si no lo has hecho te invito a que lo hagas sin falta, es averiguar estos datos y ponerlos por escrito. Y una vez hecho esto es el momento de decidir qué objetivos tienes para el año que entra. Los objetivos dependerán de cada situación: si estás teniendo problemas para alcanzar el nivel de facturación mínimo, este será sin duda un objetivo muy importante. Si estás facturando suficiente, pero estás demasiado dependiente de uno o dos clientes (de manera que si estornudan, tu empresa empezará a tener fiebre) este será el objetivo prioritario.

¿Qué tipo de objetivos?

La idea es definir un par de objetivos, específicos y concretos en diferentes áreas importantes para el desarrollo de tu empresa. Estas áreas puedes definirlas como mejor te convenga y consideres, pero si quieres seguir un método conocido puedes utilizar las siguientes áreas:

  • Objetivos Financieros
  • Percepción del cliente,
  • Funcionamiento interno e,
  • Innovación y formación.

Seguro que te suenan, pues son las cuatro áreas de atención empleadas en el “Cuadro de Mando Integral”. Si decides dos o tres objetivos concretos en cada una de estas cuatro áreas, puede servirte para orientar tus acciones y poder saber en todo momento dónde te encuentras. Serán tus “indicadores clave” (o KPI) durante el año que entra.

Por ejemplo, en el área financiera podría ser tener una facturación de 650.000€, en la que ningún cliente supusiera más del 15% de la facturación y que el importe por transacción aumente un 5%, con respecto al año anterior. (Esto y los que siguen son ejemplos. En tu caso deberás fijar lo que consideres que tiene más sentido en tu empresa o proyecto.)

Ejemplos de objetivos en percepción del cliente podrían ser que la satisfacción percibida, mediante encuestas, sea de al menos 80%, y que aumente en un 10% el número de referidos que vienen de clientes actuales.

En el ámbito del funcionamiento interno, un objetivo podría ser elaborar un manual de procedimientos de las actividades más comunes de la empresa, para facilitar la formación de los nuevos empleados y reducir el tiempo dedicado a estas tareas. Otro objetivo podría ser hacer un diagrama de flujo de los procedimientos que tenemos.

En innovación y formación podríamos tener como objetivo desarrollar un nuevo producto o servicio en este año y dedicar 35 horas por empleado a formación específica sobre nuestro sector, por ejemplo.

Son sólo algunas ideas.

En cada caso, los objetivos pueden (y, sin duda, deben) ser diferentes y ajustados a las necesidades y el momento actual en el que se encuentra tu empresa o proyecto.

¿Objetivos o sueños?

Lo importante, realmente clave, es que los objetivos que tengas sean específicos. Muy, muy específicos. Si no has trabajado mucho con objetivos, o si no has hecho aún nuestro programa de coaching en grupo te invito a visitar el blog de XLNS Coaching y busca allí “Objetivos SMART”, o a que te informes sobre los objetivos SMART. Estos son los objetivos que pueden ser de utilidad.

Constantemente nos escapamos y nos ponemos objetivos que son tan poco específicos y concretos que luego no nos pueden servir en realidad para dirigir nuestras acciones. Así que recuerda ponerte objetivos específicos: concretos, medibles, alcanzables y con un plazo limitado… ¿te había comentado que tus objetivos han de ser específicos?

Si haces esto, verás algunas de las “magias” que ocurren sólo por haberse fijado por escrito objetivos concretos, razonables: las cosas comienzas a suceder de otra manera. ¡Pero hasta que no lo hagas, no lo podrás constatar!

¿Y tú, qué?

A partir de aquí, tus objetivos pueden ayudarte a decidir qué haces cada mes, cada semana o incluso cada día.

Ahora quisiera recordar otra cosa: como propietario o propietaria de una pequeña empresa, tú marcas el límite al cuál puede acceder tu empresa. Tu empresa no puede crecer más allá de lo que tú puedes absorber psicológicamente, ni puede ser más organizada de lo que tú concibas posible.

Por esto, es muy importante que tengas un plan para desarrollarte como empresario. ¿Qué cosas nuevas vas a aprender en 2017? Escríbelas. Y, si es posible, evita poner 10 o 15 cosas (a veces pasamos de no hacer nada, a querer hacerlo todo… que es otra manera de no hacer nada, claro). Si identificas 2 o 3 cosas nuevas, o habilidades o conocimientos que vas a adquirir en este año, sin duda irás muy bien.

Y no olvides que también eres una persona:

¿qué objetivos personales te servirían en 2017?
Es el momento de ver de dónde venimos, pero también de ver dónde queremos llegar personalmente. Nada nos ayudará más en esto que la reflexión y la fijación de prioridades.

Por supuesto, lo que no nos ayudará es seguir haciendo lo mismo, trabajando cientos de horas y estar agobiado y sin tiempo… Aprovecha que las fechas te ofrecen una excusa: detente un poco, reflexiona sobre lo que ocurrió el año pasado, decide dónde quieres llegar este año y ponlo por escrito.

Verás la potencia que liberas dentro de ti.