Leo una entrevista con Tim Row,  fundador de Cambridge Innovation Center, en Expansión donde dice, entre otras cosas: “… Cuántas veces has fracasado es una de las preguntas más habituales que plantean los inversores a cualquier start up. Para meter un gol se necesitan varios intentos fallidos. Lo mismo sucede a la hora de crear un negocio de éxito”.

Y tiene todo el sentido del mundo. ¿Cómo vas a innovar, si siempre vas sobre seguro? ¿Por cada Facebook, Twitter, BuyVip, Groupon, etc., hay decenas o cientos de empresas que no lo logran. Lo importante es crear el ambiente en el que estas cosas puedan ocurrir. Donde un joven (o no tan joven) pueda probar a dar cuerpo a su idea y ver si logra convertirlo en un éxito.

Pero, amigo, aquí es diferente. En España fracasar en una empresa puede significar tener un lastre para muchos años: el concepto de sociedad limitada es una entelequia. Si como administrador único de la empresa eres responsable personalmente de las deudas que contraiga la empresa, no puedes arriesgar, pues estás arriesgando todo tu futuro: una deuda de unas decenas de miles de euros puede solventarse en una empresa con un buen año o un buen mes. Como particular puede tomarte toda la vida rehacerte.

Si, además, los bancos te obligan a avalar cualquier préstamo con tu patrimonio o el de tu familia, no es extraño que a la gente le cueste lanzarse de verdad: hay que estar casi loco, o hacerlo tan poco a poco que al final no nos arriesgamos más allá de lo equivalente a lo que me permita llegar a fin de mes.

Pero ni aun así, a pesar de valor y arrojo necesario, tenemos en alta consideración a quienes se arriesgan y fracasan. Una respuesta afirmativa a la pregunta que encabeza este post no es motivo de orgullo o admiración en España (¿y en Latinoamérica?), parece más bien ser motivo de vergüenza y desprestigio.

¿Y aún nos extraña que la mayor parte de los jóvenes quieran ser funcionarios?

Aquí puedes leer toda la entrevista: http://www.expansion.com/2012/06/15/empleo/emprendedores/1339781828.html