La primera parte de este sistema de los Marines consiste en comunicar a todos los participantes el objetivo de la misión. Lo que buscan con ello es que todo el mundo sepa qué se quiere conseguir de manera que si cayese la persona que está al mando, cualquiera de los miembros de la expedición pueda tomar el relevo.
Si llevamos esto al mundo empresarial, hacer el trabajo de precisar el objetivo de la acción puede, ayudarme a que me prepare mejor para la acción y durante ella tener muy claro qué estoy haciendo y para qué. Para esto es importante que mis objetivos sean muy específicos y, dentro de lo posible, cuantificables.
Por ejemplo, si voy a una reunión de networking, y no tengo claro para qué voy, más allá de que “hay que hacer networking”, es muy probable que acabe socializando, especialmente si es una reunión periódica, con personas que veo a menudo. ¿No conoces a gente que va a estos sitios a “hacer networking”? Si le preguntas para qué quiere hacer “networking”, es probable que sus objetivos sean bastante difusos y genéricos. La propia actividad se ha convertido en el objetivo que persiguen.
Si no tengo un objetivo claro (establecer un contacto nuevo cada vez, hacer una oferta, darle algo a alguien antes de pedir…) es muy probable que acabe siendo una actividad más, dentro de las muchas actividades que hago en mi día a día, de las que no podría especificar un resultado concreto.
Más allá del objetivo, en lo que debo fijarme es en el resultado final que busco de mi acción. Lo que quiero conseguir finalmente. Así me resulta mucho más fácil mantenerme centrado y, lo que es más importante, no tendré tanta dificultad para modificar mis acciones si veo que no voy a conseguir el resultado final que busco.