Vueltas y más vueltas

Cuando era pequeño mi padre “me compró” un tren de juguete.

De esos que tenias que montar las vías y tenían estaciones, y montañas y gente esperando… Las locomotoras eran muy buenas. Algunas hasta echaban humo si les ponías un líquido en la chimenea.

Digo “me compró” entre comillas, porque en realidad se lo compró él. Nunca me dejaba jugar con el tren.

Para que no lo rompiera, decía.

Ya.

Aún recuerdo el peso de las locomotoras. Eran muy sólidas. Y lo mismo los tramos de vías: encajaban perfectamente, con un “clic” muy satisfactorio. Los vagones – con todo lujo de detalles – parecían directos del Orient Express. Las luces de los pequeños semáforos.

Después de tantos años aún tengo las sensaciones de esas maquinarias tan bien hechas.

De alguna de las pocas veces que me dejaba tocarlo y ayudarle a montarlo.

El caso es que de vez en cuando mi padre sacaba las cajas y montaba todo el tinglado y enganchaba los vagones a la locomotora (sólo hacía falta recular la locomotora por la vía y al chocar con el vagón quedaba enganchado – era todo muy fino -). Echaba el liquidito a las locomotoras, por la parte de la chimenea, encendía el transformador y el tren empezaba a dar vueltas por las vías.

Como nuestra casa no era muy grande, tampoco el circuito era demasiado grande, pero me hacía ilusión ver el tren dar vueltas.

Algo menos de ilusión me hacía el guardarlo todo luego, claro. Para eso de guardarlo todo, mi padre sí me “dejaba” participar todo lo que quisiera.

Vamos, que no había opción.

Quédate con esta idea de un tren de juguete de esos que da vueltas y vueltas en la misma vía, pasando por las mismas montañas de plástico pintado, deteniéndose ante los mismos muñecos que nunca se montan en el vagón.

¿Qué dirías tú?

¿Se parece tu negocio a estos trenes que por mucho que corren, siempre están en el mismo sitio, más o menos?

¿A cuál de los dos se parece más tu negocio, tu estudio, tu despacho, tu pequeña empresa?

A un tren que tiene un destino pre-definido. Un objetivo claro.

O a uno cuyo principal aliciente es que ahí sigue, dando vueltas, gastando electricidad (y el líquido ese para simular el humo) pero sin ir a ningún sitio. Muy interesante.

Muy mono.

Muy divertido.

Pero no va a ningún sitio.

Un tren de juguete.

O un tren de verdad.

Un negocio de juguete.

O un negocio de verdad.

Pues eso.

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