La vida real

Hace unos días escuché a un locutor de radio reflexionar sobre esta vida irreal que ahora llevamos (por el confinamiento debido a la pandemia de coronavirus) y se preguntaba cómo seríamos capaces de volver a la vida real. Cuando escuché esto, algo en mí protestó internamente: ¡Es al revés!

A mi modo de ver, esta situación, en la que no podemos hacer todo lo que querríamos, en la que no nos podemos mover por el mundo a nuestro antojo, en la que hemos de pasar más tiempo con las personas de nuestro entorno, con nuestras parejas e hijos, o en la que nos vemos alejados durante un tiempo indefinido de ellos, es más “real” que la vida habitual.

Esta situación en la que puedo estar con los demás más “de verdad”, en la que me enfrento a límites y frustraciones, en la que me veo teniendo que pasar tiempo conmigo mismo… esto es la vida “real”.

Lo otro, el agitarnos de acá para allá sin tiempo para ver si tanto esfuerzo y tantas horas es realmente lo que tendríamos que hacer; si tiene sentido este alocado correr persiguiendo un algo esquivo (a veces llamado progreso, otras simplemente supervivencia); si este vivir más allá de la naturaleza (a la que decimos queremos cuidar, como si fuese un animal de compañía o un almacén de provisiones, en lugar del entorno del que somos parte intrínseca), quizá no sea tan real como nos creemos. Ni sobre todo, tan positivo.

Todos los avances, todos los regalos que nos hace la tecnología tienen un precio (como todo). Pero un precio que no está claro y que acabamos por pagar sin darnos cuenta, pues ya no tenemos la posibilidad de comparar.

Valores

Una manera de comprobar si la vida que habitualmente vivimos es “real” es ver cómo de fácilmente nos adaptamos a esta nueva situación. Si tenemos valores que – valga la redundancia – ponen en valor las cosas fundamentales, en principio nos deberían de servir en cualquier circunstancia. Si los valores que dan sentido a mi vida – con los que doy sentido a mi vida – ahora han perdido su… valor, quizá no sean los valores en los que he de fundamentar mi vida. Ni ahora, ni antes.

Leí hace poco que los valores son lo que hace que cuando todo se está derrumbando a tu alrededor, o todo son dificultades y problemas, sigas levantándote – literal o figuradamente – y continúes avanzando y luchando.

Y, como todas las crisis, esta nos ofrece oportunidades: la de reflexionar sobre cómo vivo habitualmente y sobre cómo querría vivir. Qué valores quiero encarnar. En qué creo fundamentalmente.

Oportunidades

Según la RAE, crisis es “Cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una situación, o en la manera en que estos son apreciados”. Desde hace siglos, los filósofos y los maestros espirituales nos dicen que las crisis traen oportunidades.

¿Qué oportunidades tenemos ahora que habitualmente no teníamos?

Estas son algunas reflexiones que ofrezco para tu consideración:

Tiempo para hacer cosas con más atención.

Una de ellas, quizá, es la oportunidad de poder hacer más despacio, o con más atención, cosas que hace tiempo que haces de manera somera o excesivamente rápida – o incluso habías dejado de hacer.

Cosas sencillas como cocinar, vestirse, charlar, leer, escribir, arreglar algo en el hogar. Hacerlo buscando conectar con lo que estás haciendo.

Dice Dennis Tirch en su libro Overcoming Anxiety (Superar la Ansiedad), que dedicar tiempo a hacer con atención tareas que nos producen una sensación de placer, ayuda a superar la ansiedad.
Pueden ser, además de placenteras, una manera de practicar la meditación y el “mindfulness.”

Tiempo para reflexionar ahora sobre el futuro.

Muchas personas se quejan de su encierro forzado. Sin duda es una molestia. Pero muchos otros (decenas de miles en todo el mundo cuando escribo esto y subiendo constantemente) han visto su vida alterada por el contacto directo con la enfermedad o la muerte. En estos casos, o quizá aunque esto no haya tocado tu entorno, ahora tienes la oportunidad de reflexionar sobre la vida y la muerte. Todos hemos de morir. Algunos cuando seamos más viejos; otros mientras son jóvenes. No es un tema muy “popular”, pero eso no lo hace menos importante.

No hace falta buscar la muerte, claro está. Pero tampoco comportarnos como si morirse fuese algo “injusto” o “inesperado”. Más allá de hacer lo razonable para vivir saludablemente y tener las precauciones adecuadas, no estaría de más prepararse para que el día que nos llegue el momento pudiéramos hacerlo razonablemente bien. De hecho, el objetivo de los primeros filósofos era aprender y practicar cómo vivir bien, para que pudiéramos morir con tranquilidad (cuando la filosofía era el arte de bien vivir y no principalmente fuegos artificiales intelectuales, claro está.).

¿Cómo tendría que ser mi vida, para conseguir esto? ¿Cómo podría llegar al final de mi vida sintiendo que he hecho lo que había venido a hacer? Que he dado lo mejor de mí, que me he convertido en la mejor versión posible de mí, con las habilidades que se me han concedido y en el entorno en el que se me ha permitido nacer y vivir (y si lees esto en el primer mundo, nuestro entorno es un entorno hiper-privilegiado).

En esta reflexión pueden ayudarnos personas que han escrito sobre ello. Por ejemplo Randy Pausch y el libro La última Lección.

Y también libros de los estoicos, principalmente las Meditaciones de Marco Aurelio y el Enchidirion de Epícteto, o si no algún otro texto suyo.

Tiempo para decidir hacer con otra actitud las cosas que tengo que hacer.

Es cierto que en esta situación muchas personas se han visto desprovistas de lo que les organizaba el día: horarios laborales, desplazamientos diarios, horarios escolares, etc. Y ahora se ven encerradas entre cuatro paredes con personas queridas, pero extrañas. Extrañas a la hiperconvivencia a la que se ven sometidos, sin patrones aceptados de comportamiento, sin estructura fija en su día, sin costumbre de estructurar sus propios días y sin viso de cuándo esto se va a acabar. Según Eric Berne, el fundador del Análisis Transaccional “El eterno problema del ser humano es cómo estructurar sus horas de vigilia” (Juegos en que participamos ). Probablemente tras este tiempo de confinamiento veamos rupturas no esperadas, pero también más fortalecimiento en relaciones que parecían haberse ido separando con el tiempo.

Aprovecha los momentos en los que ahora no puedes hacer lo que quieres o, mejor aún, en los que tienes que hacer lo que no quieres, para experimentar una actitud nueva: haz lo que tengas que hacer, lo que la vida te ha presentado, COMO SI LO HUBIERAS ELEGIDO TÚ. Verás como todo cambia. Como dice Viktor Frankl en El hombre en busca de sentido:


“A una persona se le puede quitar todo menos una cosa: la última libertad humana – la libertad de elegir tu actitud ante las circunstancias; elegir cómo caminarás por ellas.”

Viktor Franklyn

Re-conectar con tu sentido transcendente o espiritual.

¿Qué da sentido a la vida, para ti? ¿En qué crees?

Muchas personas se consideran creyentes, pero se comportan como si no lo fueran: su fe o su credo se ha convertido en algo automático. La religión ofrece alivio en momentos de crisis. Es un momento para reconectar con tus creencias de origen.

Otras personas se consideran no creyentes, pero actúan como si hubiese algo después de la muerte y viven su vida más allá de lo que sobrevivir en esta implicaría. Si te encuentras entre estos también te puede venir bien parar y reflexionar sobre tu vida, tus comportamientos, tus valores y buscar una manera de que tu vida sea coherente.

Los valores que de verdad nos sustentan han de servir para darnos alivio en momentos de crisis y también para darnos un norte claro en momentos en los que aparentemente todo va bien y en los que es muy fácil dejarse llevar. Si tengo mucho tiempo libre, y en lo único que puedo pensar es en ver series, o en cuando podré volver a salir a tomar copas, quizá haya algo en mi manera de abordar la vida que requiera un replanteamiento. O al menos una reflexión.

Agustín López Tobajas nos ofrece una visión crítica de hacia dónde nos movemos con todo el “progreso”.

Tu proyecto empresarial

Si estás en mi lista de correos, probablemente tengas o quieras tener un proyecto empresarial. Grande o pequeño; consolidado o sólo pensándotelo.

En cualquier caso, este es un momento que te puede servir para dedicar energía y atención a todas esas cosas que “sabes” que son importantes pero que siempre te dices que no tienes tiempo (ya sabes que eso tampoco es cierto. Puedes repasar estas ideas aquí y aquí).

Tienes todo el tiempo que vas a tener. Sólo se trata de decidir cómo lo vas a utilizar.

Pregúntate: ¿qué pasaría si alguien te regalase 1 mes de no tener que dedicarte a las tareas de producción que tanto tiempo te comen y pudieras dedicar ese tiempo a esas actividades importantes, pero no urgentes, que siempre acaban en el cajón de “a ver si…”?

¿Qué podrías conseguir? ¿qué podrías hacer?

  • ¿Finalmente definir la estrategia de tu proyecto?
  • ¿Aclarar de una vez por todas tu propuesta de valor?
  • ¿Hacerte más eficaz como empresario?
  • ¿Apuntarte al curso de ventas que llevas tiempo queriendo hacer?
  • ¿Definir con claridad el proceso comercial de tu empresa?
  • ¿Desarrollar un diagrama de los procesos que vas a sistematizar?
  • ¿Escribir los perfiles de las personas que necesitas incorporar y las fases del proceso de selección para que cuando te toque de nuevo no te veas contratando “deprisa y corriendo”?
  • ¿Recopilar todos los ingresos y gastos de tu empresa y por fin obtener una instantánea del estado real del negocio?
  • ¿Apuntarte a un curso de autoconocimiento que te ayude a ver por qué sueles tropezar en la misma piedra?
  • ¿ Hacer un análisis de tu empresa?

Pues te acaban de regalar ese tiempo. Ya tienes ese mes. ¿Qué vas a hacer con él? ¿Cómo vas a hacer que tu empresa o proyecto salga reforzado de este tiempo de parada? ¿Cuántas cosas podrías hacer para hacerlo más sólido?

Y no hace falta que dediques todo el día.

Si logras negociar contigo o con los que compartes el confinamiento de 2 a 4 horas en los que puedes trabajar de manera focalizada, puedes lograr maravillas. De 2 a 4 horas en los que te permiten trabajar, pero también en las que te aíslas de lo externo (noticias, teléfono, email, whatsapp, twitter, instagram, facebook, etc.) y te pones manos a la obra. Y si no puedes 4 horas, entonces 3. Y si eso no es posible, dedícale 2.

Lo importante es que te esfuerces por generar tiempo centrado y enfocado exclusivamente en la tarea en la que estás trabajando, y en el que no harás otra cosa excepto avanzar en lo que hayas decidido. Después de un mes de esto, ¿qué crees que habrá cambiado?

También es un momento para recalibrar el papel que desempeña el trabajo en tu vida.

  • ¿Estás logrando que tu empresa o tu proyecto profesional esté al servicio de tu vida, y no al revés?
  • ¿Recuerdas por qué estás haciendo esto?
  • ¿Cuál sería el mejor papel que puede representar tu proyecto empresarial en el conjunto de tu vida?
  • ¿Estás a al altura de tu papel como líder de tu proyecto?

Necesitamos estructura

Para poder hacer esto de reflexionar, leer, escribir, trabajar, necesitarás instaurar una estructura en tu día a día. Probablemente necesites negociar esta estructura con las personas con las que convives durante el confinamiento. Será un buen ejercicio. Y si te ves obligado a pasar el confinamiento en soledad, negocia contigo mismo que vas a organizar y estructurar tu día para permitir que haya estos huecos en los que puedes hacer estas cosas (además de otras que hace tiempo que querías hacer).

Adelántate al futuro y mira hacia atrás

Dedicar tiempo a estas actividades – incluida la reflexión – puede orientarte en el futuro sobre cómo quieres vivir cuando vuelvas a la vida “irreal” que habitualmente vivimos. A elegir valores o criterios que sean satisfactorios y espiritual, psicológica y vitalmente nutritivos, y te llenen no solo a corto plazo, como lo hace una comida basura, sino que, aunque no estén tan dulces, ni tan ricos, puedan alimentarte y hacerte más fuerte para afrontar futuros retos y dar un sentido más cimentado a tu vida.

La vida sin sentido… no tiene sentido, pero cuando estamos en la vida habitual – la vida “irreal”, no nos damos cuenta. El sentido nos viene dado desde fuera y todo parece tener sentido… hasta que deja de tenerlo.

Aprovecha la oportunidad que ahora se te brinda, para reconectar con valores que sean duraderos y tengan sentido para ti. Y que te puedan servir en la siguiente crisis. Y para avanzar en esas áreas que siempre se ven pospuestas y de las que depende tu crecimiento y el de tu proyecto.

Quizá cuando todo haya pasado – y esto, también, pasará – puedas volver la vista atrás a este momento y recordarlo como un momento de crecimiento, de reflexión, de reconexión con lo que realmente tiene valor; de acercamiento a los tuyos; de volver a poner en valor las relaciones y cómo nos dan sentido de pertenencia, incluso aquellas que había dejado desvanecerse; de agradecimiento por las facilidades que habitualmente tenemos y que solemos dar por supuestas (o, más aún, considerarlas nuestro derecho); un momento en el que se plantó la semilla de una vida más coherente, sensata y “real”.

Una de las cosas que caracteriza al ser humano es su capacidad de resiliencia y adaptación. Sea cual sea el resultado final de esto, al final la vida, de una manera u otra, seguirá adelante.

Tú tienes ahora la oportunidad de prepararte para ello y salir de nuevo al mundo más fuerte, con más energía y con más claridad.