Quejas, quejas, quejas…

Por donde voy, oigo quejas. Y, lo más sorprendente, entre los jóvenes emprendedores también está instalada la queja (acerca de la administración pública, la economía, el gobierno, la competencia desleal, los clientes, o lo difícil que es sacar esto adelante…).

Quejarnos es parte de nuestra cultura, claro, pero no nos damos cuenta de cuánto funciona  en nuestra contra.

  • Quejarme, aunque parezca que me quita de encima algo negativo, lo que hace realmente es potenciar esa energía negativa. La energía negativa es muy fuerte y adictiva. Seguro que, excepto en momentos en los que has estado pasando por una situación emocionalmente muy exigente, cuando te has quejado no te has quedado mejor después, sino más metido en la energía negativa. ¿Es esto la mejor manera de cuidarte a ti mismo en este momento?
  • Quejarse en realidad es echarle encima a quien te escucha esa energía negativa. ¿Es esto lo mejor que puedes hacer para tu relación con esta persona en este momento?
  • Quejarme me quita energía de hacer algo al respecto de lo que me estoy quejando, si es que puedo, o de aceptarlo y pasar a otra cosa si es que no puedo. Pero sobre todo, me quita energía.
  • La queja me enfoca en algo que no me ayuda: la exigencia de que algo debiera producirse de otra manera. No tengo por qué exigir nada del mundo externo. Si me lo da, me alegraré, pero tengo que entender que yo soy la persona responsable de hacer lo que hay que hacer (por eso me he hecho empresario).
  • Otro inconveniente de quejarme es que además de hacerme perder mucha energía, sobre todo me mantiene anclado en un paradigma que no me ayuda. Mientras espere que la solución se produzca fuera de mí, estoy en modo pasivo y no se me ocurrirá nada.
  • La queja es todo lo contrario al liderazgo. Cada ver que te dejas llevar por la tendencia a quejarte, das un paso atrás en tu desarrollo como líder (y recuerda que el primer paso para liderar a otros, es liderarse a sí mismo).
  • Pero quizá lo peor de la queja es que acaba por  justificar mi fracaso o mi falta de éxito y me hace rebajar mis expectativas de mí mismo. Si no soy capaz de aceptar que soy totalmente responsable de lo que logro o no logro, es casi imposible que consiga cambiarlo. Echar culpas fuera y quejarme son maneras de quitarme la responsabilidad por mis resultados.

La energía negativa es potente y muy contagiosa, lo que hace difícil evitar caer en la trampa de dejarme llevar por ella.

¿Qué puedes hacer?

  1. Un ejercicio excelente para ver la fuerza que tienen la queja y la energía negativa es proponerse estar un día, 24 horas, sin quejarte, ni manifestar ninguna emoción o apreciación negativa. Aprenderás mucho sobre ti. Si ves que lo logras, intenta estar otro día más…
  2. Ya sabes que en el entorno en el que vivimos, quejarse es casi un deporte social. Intenta buscar o generar un grupo donde os reunáis para buscar soluciones, nuevas propuestas, nuevas ideas y donde la queja esté desterrada. Es un experimento difícil, pero valioso. Todos ganaréis.
  3. Recuerda la máxima sobre el comportamiento: Donde se dirige la atención, se dirige la energía.  Durante 24 horas, intenta ser consciente de dónde permites que vaya tu atención: a lo que puedes hacer y cómo avanzar, o a la queja y la expectativa frustrada.

Nada de esto quiere decir que no haya cosas que salgan mal, personas que no cumplen, políticos que no hacen bien su trabajo, y un sinfín de cosas más. Pero, como empresario, necesitas decidir si vas a hacer algo al respecto (quejarse no cuenta!!) o vas dedicar tu energía a que tu negocio funcione mejor.

Además, cuando un empresario se queja está adoptando una mentalidad que no le ayuda: la mentalidad de que no tiene poder para salir adelante a pesar de todo.

Mientras los demás se quejan de la situación, tú puedes estar diseñando una manera de aprovecharla.