Hace un par de años publiqué un artículo sobre una situación que se produce muy a menudo y que parece contradictoria: el índice de fracaso de las pequeñas empresas, cuando están creadas, mayoritariamente, por gente con un nivel personal, intelectual y de energía e iniciativa por encima de la media.

Hace unos días, durante una conversación, vi de nuevo que este proceso no es obvio y mucha gente se pelea con la situación, así que pensé que estaría bien re- publicarlo aquí.

En el artículo describía la situación tan habitual de que gente talentosa, se pongan por su cuenta y tengan un índice de fracaso entre el 85% y el 90% (y no sólo en esta situación económica, sino que es un hecho que se produce habitualmente). Y me preguntaba cómo puede esto ocurrir.

Tus responsabilidades han cambiado

Las tareas que requieren la atención constante de un pequeño empresario son muy diferentes a las que componían su actividad como profesional. Es decir, que lo que antes era importante ha dejado de serlo tanto y su atención ha de centrarse en tareas diferentes. Cuando un profesional monta una empresa se enfrentará con muchas actividades que no sabrá realizar bien, y algunas que hará incluso muy mal, pero que resultan vitales para el desarrollo de su negocio.

Pero también habrá actividades que conoce a la perfección (normalmente, las relacionadas con su formación o sus preferencias). Sólo que ahora NO son las más importante para su empresa.

¿Qué es lo que ocurre?

Habitualmente, y sobre todo en situación de estrés, el empresario acaba haciendo las cosas que se le dan bien, independientemente de si esto es lo que su empresa necesita en ese momento.

Podríamos verlo ilustrado en esta tabla:

En una situación de cambio es preciso identificar qué tareas o actividades ahora son importantes o pertinentes, y dedicarme a ellas aunque al principio no las haga “bien”. Éste es el camino que muestra la flecha negra, de trazo continuo y que lleva a B.

Durante un tiempo estaré haciendo lo que tengo que hacer, pero no a nivel óptimo. Con el tiempo, conforme voy aprendiendo, me iré moviendo de nuevo hacia A, que es donde quiero estar: hacer lo pertinente y hacerlo bien.

Sin embargo, por estar acostumbrados a hacer las cosas bien y, lo que es más importante, a conseguir en gran medida su autoestima a través de este grado de perfección o calidad de su trabajo, las personas habituadas a “hacerlo bien” tienden a seguir el camino de la flecha roja de trazo discontinuo: prefieren hacer “correctamente” tareas que no son las correctas. Es decir, hacen bien cosas que probablemente no deberían estar haciendo.

Lo desafortunado de esta “elección”, es que al no desarrollar las áreas que ahora son las pertinentes y vitales para su empresa, no llega a mejorar en ellas, con lo cual no hay un camino de vuelta hacia A.

Cuando entramos en un área nueva o en una actividad novedosa, habrá un tiempo durante el cual no haremos las cosas bien. Este tiempo depende de diferentes factores, pero es razonable esperar que si, por ejemplo, comienzo a jugar al ajedrez, o al golf, necesitaré un par de años, si estudio, me aplico y practico habitualmente, hasta que pueda alcanzar un nivel medio.

Aceptar la nueva situación

El pequeño empresario “se resiste” a diario a penetrar en las áreas que su empresa necesita que él alimente, pero que le resultan ajenas. Y se resiste porque no está cómodo en ellas. Tampoco las delega claramente -aprender a delegar suele ser una de estas áreas pendientes-, ni decide que no se van a hacer (sabe que esto sería la ruina).

Así que ni las hace ni se cerciora de que se hagan, y se pone a ello, a veces a regañadientes, cuando resulta obvio que si no lo hace se “estrella”. Mientras tanto su empresa sufre.

Quizá ser consciente de esta tendencia a hacer lo que me resulta más gratificante y fácil, lo que conozco y donde me siento cómodo, y saber que no tiene camino de vuelta a A -hacer lo pertinente y hacerlo bien-, pueda servir para ayudarme a evitarlo y permitirme a mí mismo hacer las cosas mal una temporada, pero hacerlas porque resultan imprescindibles, y así desarrollar nuevas capacidades que me permitan dirigir mejor mi empresa. A la larga, acabaré haciéndolas bien…

El artículo (es algo diferente), puedes leerlo en: http://www.libertaddigital.com/opinion/autores-invitados/por-que-no-cambiamos-56376/